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Pregón Barrio Puerta de Toledo

10/03/2010

Excmos. Srs. Alcalde en funciones de Ciudad Real,  Presidente de la Diputación Provincial, Subdelegado del Gobierno, Bienvenidos a los actos que la Asociación de Vecinos Puerta de Toledo ha organizado este año para celebrar el inicio de las Fiestas en honor de San Antonio de Padua.  Santo. por cierto, que no es sólo patrón de este barrio de la ciudad, sino también de los albañiles. Las gentes devotas le invocan, además, para encontrar objetos perdidos y para librarse de accidentes fortuitos.  Según la leyenda, predicaba a los peces cuando no querían escucharle los hombres. Por ello y porque no me veo, sinceramente, pronunciando mi pregón metido hasta las rodillas en el Guadiana, les ruego  que me escuchen con atención .¡Ah!, y buenas noches a todos.

Alguno se preguntará qué hace aquí, de «pregonero» de los vecinos de esta Puerta de Toledo ciudadrealeña, un catalán. A este asistente extrañado (y no sin cierta razón), empezaría diciéndole: «Escolti», no se extrañe tanto, porque hay varias clases de manchegos, a saber: de nacimiento, de nacimiento y residencia, y de adopción. Y un servidor – seguiría aclarándole – pertenece al último grupo: al de los manchegos de adopción». Y todos ustedes saben que en cualquier familia como Dios manda, en la que se adopta algún hijo, los padres acaban sin sentir diferencia alguna, ni siquiera en lo tocante al cariño, entre sus hijos biológicos y los adoptados. Así que yo soy manchego de adopción, cosa que no me causa ningún trauma, que yo hago vida normal, sino todo lo contrario. Sobre todo porque, miren por donde, fui yo quien lo decidió. Todo empezó un buen día en que me fui al ayuntamiento de Miguelturra y les dije que ya estaba cansado de deambular por el mundo y que quería ser «churriego». Me repasaron de arriba abajo para asegurarse de que no portaba armas,  ni huía de la justicia de algún otro condado y,  para mi sorpresa, oí que me decían: «firme aquí». Y aquel papel, al que dicen «padrón», fue como mi partida de bautismo manchego.

De modo que soy doblemente manchego, por adopción y por elección, cosa de la que muy pocos se pueden jactar. Y miren ustedes de qué modo mi nueva ciudadanía manchega funciona, hasta qué punto mi nueva condición muestra tener futuro. De momento, aquí me tienen ustedes de pregonero, que no es moco de pavo, de la principal puerta de la ciudad. Y digo la principal porque, lamentablemente, ésta de Toledo es la única puerta superviviente de las ocho que tenía la vieja ciudad amurallada. Y menos mal, porque igual me habría tocado recitar ocho veces este pregón para que ninguna puerta se molestara.  Ocurre con esta puerta lo que ocurría hace veinte años con una Televisión Española de la que se decía que era la mejor televisión de España. Y es que no había otra.

Dicho esto y aclarada mi doble legitimidad manchego-pregonil, aceptarán ustedes que hoy les hable de igual a igual. ¡Ah!, se me olvidaba decirles, por si les interesa saberlo, que mi madre adoptiva – la Mancha – me trata como si me hubiera «parío». No habría queja, por mi parte, en este sentido, si no fuera por esas gachas y esas calderetas casi diarias, que –  «para que me haga un hombretón», me dice – me obliga a embaular. («Embaular» es un precioso verbo que usa Cervantes en el «Quijote» como sinónimo de comer en exceso, y estoy seguro de que lo inventaría en la Mancha).

En fin, que aquí estoy, como les decía, de flamante pregonero de ustedes para lo que gusten mandar. Si ustedes, por ejemplo, me mandan que toque la trompetilla de pregonero, como antiguamente se hacía, pues, ningún problema, que aquí me he traído el artilugio que antaño usaban mis homólogos, aunque los más jóvenes no podéis recordarlo, y que ya es hoy artículo de anticuario. Por vosotros la he traído: para los más jóvenes.

La actuación del pregonero, en tiempos antiguos, se desarrollaba así: llegaba el pregonero a la plaza, a la hora de mercado, y hacía sonar la trompetilla (sonarla).. Acto seguido desenrollaba un pergamino y canturreaba aquello de «por orden del señor alcalde, se hace saber…». Y entonces, el pregonero  informaba de lo que el señor alcalde quería hacer saber. Era como si hoy , por ejemplo, el alcalde Gil-Ortega, que nos honra con su presencia, deseara informaros, a través de este pregonero, de que el Ayuntamiento de la capital va a destinar a este barrio, qué se yo, un millón de euros para construir una piscina olímpica y la mejor terraza de verano de la provincia. Obviamente, es sólo un ejemplo…(tranquilo, señor alcalde); un mero ejemplo de la utilidad que entonces tenía el pregonero y de la que  podría seguir teniendo hoy.

Otro de los aquí reunidos podrá alegar que yo no soy vecino de la Puerta de Toledo. Pues, mira qué bien – le contestaría – pero paso todos los días por este barrio con más frecuencia que los que vivís aquí. ¿No habéis visto pasar cien veces un discretísimo jeep, amarillo rabioso, rodando veloz hacia la Puerta de Toledo, o procediendo de ella; o embocando ese estupendo atajo que se inicia aquí enfrente y que nos permite llegar en un plis-plás – ¡y sin un solo semáforo! – a la carretera de Carrión, a la Universidad o a la estación del AVE? ¡A que sí!  Pues el conductor de ese canario con ruedas al que sólo le falta piar de satisfacción cuando cruza una y otra vez este privilegiado barrio, es, en carne y huesos (más carne que huesos, para ser exacto, de tanto embaular) este aguerrido pregonero.  Nadie, repito, nadie, en su sano juicio, osará decir que yo no soy vecino de la Puerta de Toledo. El hecho de que viva en Peralvillo, nada demuestra, máxime si tenemos en cuenta que un día no lejano este barrio de la Puerta de Toledo, vitalista y expansivo como es, llegará hasta Peralvillo. A esa altura pasará entonces, aunque yo no lo veré, una espléndida «M30» que circundará Ciudad Real, Miguelturra, las Huertas de la Poblachuela, Carrión de Calatrava, etc., como  la actual «M50» madrileña. Y si no me creéis, al tiempo me remito.

¿Quién iba a decir hace menos de doscientos años que aquel agostadero para ganado que se extendía fuera de la ciudad, más allá de su puerta Norte, sería hoy el populoso barrio que es? ¿Quién se habría imaginado, cuando por esta carretera, entonces polvoriento Camino Real, apenas pasaban carros y galeras, rebaños de la Mesta, y alguna que otra carroza o diligencia con destino a Toledo o a Madrid, que este suburbio de la ciudad iba a convertirse en tan hermoso barrio de espectacular crecimiento? Nadie habría anticipado, viendo pasar las tristes comitivas que acompañaban a los reos de la Santa Hermandad a su patíbulo en Peralvillo, que por este tramo del Real Camino se verían un día pasar doscientos coches por minuto, autocares de AISA, bañeras de Horcisa, trailers de Bárcenas, camiones para la Azucarera, para el «Reino de Don Quijote» y también, cargados con variedad de productos manchegos,…para Roterdam. Frankfurt o Bruselas; incluso, de un lado para otro como una lanzadera, un alimonado Jeep traqueteante…?

Algo tendrá este barrio, digo yo, cuando hoy tenemos aquí, prácticamente en pleno,  al nuevo Ayuntamiento, salido de  las últimas elecciones. Que casi podría aprovechar, sin esperar al sábado, para celebrar hoy su prescriptiva  Sesión Constitutiva. Sabe bien este Ayuntamiento que aquí, junto a la Puerta de Toledo, a la vera del Guadiana y al pie de la Atalaya, se cocerán en el futuro muchas cosas, se innovarán muchas otras y, en definitiva, podrá palparse, como con un preciso barómetro, el proceso de crecimiento de toda la ciudad. Este es, amigos, como el de mi Barcelona natal, el verdadero «Ensanche» de Ciudad Real. Sólo hay que ver este cuidado lugar en el que nos encontramos, y el extenso nuevo jardín que tengo a mis espaldas y que hermosea sustancialmente la llegada y la salida de la ciudad por su principal puerta de acceso. Afortunadamente, aquí no hay vertederos a la vista, ni gigantescos silos, ni desguaces de automóviles que la estropeen. Deberemos cuidar mucho este barrio para que, cuando la Ciudad de Ocio que se está levantando en Valcansado se termine, a escasos kilómetros de aquí, los visitantes que lo atraviesen puedan admirarlo como un barrio joven,  avanzadilla del nuevo progreso manchego. Lo que he dicho antes sobre una terraza de verano, no es una frivolidad, como podría pensarse. Este lugar precisa de selectos y acogedores lugares, de verano y de invierno – el recientemente inaugurado bar-restaurante «Atalaya Real» es un buen ejemplo –  donde parar, donde venir a comer, a cenar, incluso a bailar en horas de asueto. Muchos tramos de esta carretera, entre Puerta de Toledo y el Guadiana; entre este barrio y el «Reino de Don Quijote», podrían convertirse en lugar ideal de atracción para esos visitantes, automovilistas, viajeros de autocar, etc. que hoy, como no tengan alguna gestión o cometido concreto, pasan de largo Ciudad Real. La tendencia va por ahí. El nuevo Hotel Guadiana, de próxima apertura en el corazón de la ciudad,  es otro hecho sintomático. No hay que esperar a que los visitantes lleguen. Llegarán cuando la oferta hostelera, gastronómica, cultural, deportiva y de ocio en general, sea una realidad. Y una realidad variada y de calidad. El beneficio posterior, – el «negoci», como dicen en mi patria chica – se derivará, por descontado, de la incomparable hospitalidad manchega.

Éste que os habla, por sus años, ha podido ver muchas ciudades en los últimos tiempos, que ya había visto hace  cuarenta años. Y ha podido constatar que hay dos formas de progreso de las ciudades. Algunas, en una carrera alocada, han sacrificado sus señas de identidad a la fiebre del cemento. Ahí tenemos a Hong Kong, en Asia, y a Benidorm, en Europa. Han destruido su espíritu y se han creado un alma falsa, sierva del capitalismo.. Otras, por el contrario, siguen siendo ellas mismas a pesar de su progreso incontenible. No puedo privarme de decir que Ciudad Real es hoy, en el terreno monumental, el triste resultado de la ciega gestión de muchas generaciones de antiguos ediles irresponsables. Esta Puerta de Toledo del siglo XII que hoy admiramos, no deja de ser algo así como el mástil de un gran velero desguazado. El soberbio velero, es decir la antigua ciudad fundada por el Rey Sabio, llegó a contar  con otras siete puertas, como es sabido, y una muralla completa de cuatro kilómetros y medio que la circundaba. El trayecto de aquella gran muralla, equiparable a la de Ávila que hoy podemos contemplar, se convirtió un buen día en la actual Ronda de Circunvalación. Aquellas generaciones de ediles, progresistas de pega, responden ante la Historia y ante nuestros nietos de la total pérdida de aquella muralla. En la actualidad, si no hubiera sido por su falta de visión, podríamos contemplar desde aquí un amplio paño de aquella muralla, a ambos lados de la Puerta, con sus adarves y caminos de ronda (o vigilancia) y un amplio tramo de una moderna vía de circunvalación construida «extra muros», es decir, fuera de la muralla.

El nuevo progreso de Ciudad Real debe ser cuidadoso con los pocos vestigios del pasado que nos quedan. Aparte de la piedra noble, también habría que preservar los vestigios modestos que puedan hablar a nuestros nietos, siquiera algo, de las tapias enjalbegadas, de humildes rejas manufacturadas, zócalos de añil y  rústicas techumbres de teja que un día configuraron los barrios – cristiano, judería , morería – de esta antigua villa manchega  que el rey Juan II elevó a rango de ciudad, otorgándole el título de «muy noble y muy leal».  Da envidia visitar lugares de la costa californiana en los que el progreso económico no ha impedido conservar intactos centenares de edificios y misiones construidos  tres siglos atrás por españoles. El muro de adobes y el tapial siguen todavía  en pie allí – y lo que te arrendaré, morena – con sus nombres en español; mientras que en España continúan siendo pasto de la piqueta. Lo noble y lo humilde puede y debe coexistir. Granada es un buen ejemplo de una ciudad que atrae a los visitantes tanto por su antigua pompa, como por su vieja miseria. Los turistas se agolpan con iguales ansias para visitar la Alhambra que para recorrer el Albaicín. A nadie se le ocurrió, afortunadamente, adecentar las fachadas de las típicas cuevas de tierra, revistiéndolas de barata  piedra «quiero y no puedo», o alicatándolas como cuartos de baño, como por desgracia se ha hecho y se sigue haciendo en muchos lugares de la Mancha.  Diríase que nos avergonzamos de las cosas humildes de nuestro pasado. Cuando observamos, de un lado, que el legado histórico-monumental de las ciudades encierra hoy el mayor de los atractivos para el visitante; y, de otro, que toda ciudad pugna por entrar en los circuitos turísticos y de negocios, convendría recordar el aforismo oriental: » No preguntes si el pájaro volverá a cantar mañana; pregunta si aún estará en tu jardín».

Esta observación última, poco aplicable al moderno barrio de la Puerta de Toledo, pero de obligada aplicación a lo poco que nos va quedando de la vieja ciudad interior, me ha parecido oportuna por la interdependencia existente entre ambos. El progreso de Puerta de Toledo no puede ser aislado, por hallarse claramente vinculado al progreso de toda la ciudad.

Deseo vivamente que ese pájaro simbólico vuelva a cantar, mañana y siempre, y que, ahora que más vamos a necesitarlo, siga estando en nuestro jardín.

Y ya termino. Que disfrutéis a tope de estas Fiestas. No se quién dijo que «Dios nos respeta cuando trabajamos; y nos quiere cuando reímos».  Así que, ¡dejémonos querer!

Y sólo añadir, porque es de justicia decirlo, que tenéis una extraordinaria presidenta de vuestra Asociación de Vecinos de esta Puerta de Toledo. Frassy es una magnífica profesional, madura a pesar de su juventud y, además – cosas que siempre se aprecian en la mujer – guapa y simpática a rabiar. Os pido un aplauso para ella.  

Muchas gracias.»