El mito de Fausto ha trascendido el ámbito literario para convertirse en la realidad más extendida. La lacra estadounidense del «winner» compulsivo se ha contagiado a todas las sociedades occidentales.Vemos aumentar en ellas el número de personas que logra triunfar a toda costa, incluso al precio de vender su alma. Ya no necesita a Mefistófeles el Fausto de nuestro tiempo, pues ha negado la existencia de Dios, y con ello al Maligno como parte contratante. Los Faustos de hoy se ponen con heroína y usan información privilegiada y el poder de los Medios. Oscuros seres humanos que nunca habrían sobresalido por su talento natural, logran poder y riquezas ingresando en clubes privados – también llamados «partidos» – que roban a la sociedad.
Casi al término de la obra de Goethe, concretamente en su escena V, cuatro «mujeres escarnecidas» se aparecen a Fausto, dispuestas a pedirle cuentas. Sus nombres son: Escasez, Deuda, Zozobra y Necesidad. Representan las calamidades que el hombre oscuro y sin escrúpulos siembra a su paso.
Nuestro mundo actual, en el que el individuo más gris puede verse aupado a delicados puestos de mando, constituye el caldo de cultivo ideal para el desarrollo de esas calamidades. Lo hemos vivido en carne propia hasta hace apenas unos meses. El protagonista de esta otra tragedia de la vida real, que no la víctima, ni siquiera tuvo que luchar con malas artes para alcanzar el poder o la riqueza: se encontró con ello; se lo pusieron a huevo unos correligionarios ambiciosos, suplentes de Mefistófeles, que, ellos sí, planeaban lucrarse del río revuelto en que convertirían al país. La crisis contra la que luchamos, esta crisis que es la mayor de los últimos cincuenta años y que ha vuelto a traernos escasez, deuda, zozobra y necesidad, nos duele especialmente porque nos consta que habríamos podido esquivarla o, por lo menos, recibirla preparados. Y hubo un tiempo en que estábamos preparados. Pero, ¿cómo se esquiva una crisis que en realidad no viene, porque es invento de la derecha? ¿Por qué conservar las arcas orondas, con la de amiguetes que permiten apadrinar, si no se vislumbra peligro alguno en lontananza?
El drama de Fausto no es de hecho el de él, ya que al final se salva. Lo mismo podríamos decir de nuestro desalmado Don Juan, y de una legión de villanos de nuestra novela picaresca. Quienes pagan por sus iniquidades siempre son los demás. Llamémoslo corporativismo, dejadez de la Justicia o misericordia divina, la verdad es que son pocos los aprovechados de la cosa pública que reciben su castigo. Por fortuna, también estamos comprobando que un nuevo Gobierno central, valiente, serio y responsable, progresa adecuadamente. De momento, los estrictos controles económicos – una de las reformas más urgentes que reclamábamos los españoles – vuelven a funcionar. Fausto tendrá que emigrar, o acabar muy malamente.
© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 21 de Mayo de 2012