Archivo de marzo 2014

Un modelo digno de ser copiado

21/03/2014

Si no fuera por la falta de luz solar y de otras cosas importantes que no vienen al caso, sería estupendo vivir en Finlandia, el Finisterre del Norte, y disfrutar del alto nivel de educación – y por ende de civismo y buena convivencia – de una sociedad que se ha ganado a pulso el máximo lugar mundial en calidad de la enseñanza. Desde la exigente formación de los educadores, impensable por nuestros pagos, porque hasta para enseñar en Primaria deben tener allí estudios superiores incluido un máster específico sobre el quehacer docente, todo ha ido dirigido, sobre todo durante las últimas décadas, a cambiar la faz del país. El nivel de consenso alcanzado por todos los partidos para convertir una nación de agricultores y aserraderos (el «oro verde» del inagotable pino finlandés) en una de las más avanzadas del mundo en tecnología punta, ha hecho posible el milagro que hoy nos maravilla. Cada partido tenía que ceder en algo para lograr la ambiciosa meta de diseñar un sistema educativo universal y altamente eficaz; y supieron hacerlo por el bien de la nación. Todos trataron de superar las diferencias derivadas de sus distintas ideologías, y ahí están los resultados.  Nos conviene recordar que también Finlandia tuvo que sufrir el horror de una cruenta guerra civil entre «rojos» y «blancos»; pero en lugar de recrearse en los 24.000 muertos de aquella contienda y en su memoria histórica – o sea, en alimentar rencores – se han ocupado en superar por auténtica goleada a países tan destacados por sus buenos sistemas educativos como Suecia, Noruega, Dinamarca o Nueva Zelanda; dejando a nuestra incorregible España a más de treinta puestos de distancia. Decir que cada país tiene lo que se merece, no es un lugar común en nuestro caso; porque es la ignorancia, mal que nos pese, la madre de todas nuestras desgracias. ¿De qué sirve que un alto profesional de la educación salga ahora diciendo que no cree en lo que los informes Pisa vienen publicando, por más que coincidan casi exactamente con los de otros analistas internacionales?  Lo cierto es que un país no cambia si no logra cambiar antes, radicalmente, a una generación completa de ciudadanos. Y esta es nuestra gran asignatura pendiente, entre otras muchas.  Váyanse de una vez nuestros políticos a Finlandia (iba a decir otra cosa, pero ya estaríamos en lo de siempre), a aprender lo que ya está inventado y… ¡funciona!, porque España no puede seguir así: desunida, insolidaria, maleducada…;  y, encima, recibiendo puñaladas por los cuatro costados. Este columnista opina que el boom turístico, que afortunadamente es nuestra primera industria – amén de un maná permanente – nos ha castrado para muchas otras cosas, máxime en épocas recientes cuando se maridó con el  inmobiliario. Apliquemos, en  aquello que sea aplicable, el modelo de Enseñanza finés, que acaso podamos subir después nuestro listón, nuestro PIB y nuestra propia estimación.

Publucado en «La Tribuna» el 28 de octubre de 2013

Las afinidades electivas

21/03/2014

El tema de esta columna – la elección que hacemos los humanos de nuestros amigos y afines – ya fue tratado extensamente por el inmortal Goethe. Pero ello no impide que un servidor lo utilice hoy para glosar, por decirlo de algún modo, una de las elecciones de mayor trascendencia que se ha dado, y sigue dándose en nuestros días en el campo de las relaciones internacionales (que no todas laselecciones son personales como las que centraron la atención del célebre escritor). Me referiré hoy, por el interés que encierra, a esa elección recíproca y promesa de eterna amistad que un día fue sellada entre Reino Unido, la penúltima gran potencia hegemónica, y la última, su todavía más potente sucesora y retoño: los Estados Unidos de América. Si me ha dado por este tema ha sido para recordar a ustedes que el Reino Unido de Gran Bretaña, socio nuestro en la UE, es un socio, muy sui generis. Su grado de entendimiento, y su compromiso con Estados Unidos es de tan amplio espectro que constituye, según creo y entiendo, un vínculo mucho más estrecho que el de su pertenencia a nuestra Unión. En alguna noche de insomnio he llegado a cavilar la maldad de que la Rubia Albión, tantas veces pérfida, podría ser un submarino estadounidense en aguas de la vieja Europa (¡que ideas tan retorcidas pueden asaltar nuestra mente!). La analista Christiane Aman ve esa estrecha relación  como «la alianza transatlántica clave», y otros, aún más favorables a ella, como «piedra angular de la estabilidad mundial». Y uno piensa que parió la abuela inglesa, por si no le llegaba al mundo con un gendarme americano. ¿No les parece raro todo esto? Pues a mi, si, queridos lectores. Al igual que me han dejado de piedra las noticias sobre la escandalosa actividad de espionaje (de Estados Unidos y otros miembros de su club) en varios de los países aliados de la pareja con rango de «potencia», y en otros menos amistosos. Pero también aquí uno puede pensar que en algo tenía que ocuparse ese invento denominado «UKUSA», firmado en 1943 entre United Kingdom (Reino Unido) y los USA, que obligaba a ambas potencias, y a sus afines Canadá, Australia y Nueva Zelanda a compartir las averiguaciones de sus respectivas agencias de inteligencia. Y otro tanto se puede inferir de esa «Alianza Estratégica para la Lucha contra el Crimen Cibernético», suscrita décadas más tarde por los mismos firmantes del antes citado acuerdo sobre espionaje. ¡Qué inconmensurable archivo de comprometidos chats deben de tener esos cinco!   No me fío yo ni un pelo de un socio como John Bull (otro apodo para Reino Unido) que no duda en mandar buques de guerra de mosqueo al Peñón cada vez que el contencioso con España se pone chungo, con lo pasada de moda que está hoy la vieja y británica «diplomacia de las cañoneras» (que también, por cierto, los USA heredaron). ¿Por qué habría de fiarme de quien dice ser mi socio pero prueba serlo más de un indiano Tío Sam, competidor declarado de esta UE, sentrañas mías, por la que los españoles hemos apostado hasta la camisa?

Publicado en «La Tribuna» el día 4 de noviembre de 2013

El huertito, los abuelos y la chapuza salvadora

21/03/2014

Años ha, con veintiún abriles, me ví de pronto regentando una mediana industria familiar. Recuerdo una inspección de Hacienda en la que el funcionario de turno, ante una taza de café, me retó a que le confesara la cifra real de facturación de la empresa. Eran épocas en las que la doble contabilidad era práctica obligada por las penurias de una reciente posguerra; hábito que impedía a los inspectores descubrir hasta qué punto el contribuyente se «defendía». Tras facilitarle una cifra algo distante de la realidad, de lasd  me aconsejó, casi hablándome al oído, no declarar más de un 40 por ciento de lass ventas sujetass al impuesto, dado que de declarar más (cosa que la Inspección  no se creería) el acta que se levantara agravaría a mi empresa injustamente. El impuesto se llamaba entonces de Usos y Consumos, predecesor del célebre ITE que estuvo en vigor en España hasta 1985.   Viene esta historia a colación de la astronómica cifra de evasión fiscal que hoy asciende en nuestro país, según fuentes autorizadas, a 107 mil millones de dólares. Cifra ésta que, de cobrarse, permitiría al señor de Guindos olvidarse de los recortes y limitarse a promocionar políticas de crecimiento económico. Todos sabemos que la actual política de manga ancha que, como en época del franquismo, permite a los ciudadanos respirar un poco en una coyuntura asfixiante, ha fomentado el aumento de la economía sumergida hasta extremos exagerados. También es cierto, de otro lado, que la situación del país ya no permite el mantenimiento del costoso ejército de inspectores que España necesitaría.  Reconocido esto, es forzoso presumir que sin esa economía sumergida, y subsiguiente fraude del IVA, España no estaría soportando, como vemos que soporta, los efectos de la crisis económica más grave que hemos padecido y una cota de desempleo que se acerca a los seis millones de personas. Es evidente que eso que damos en llamar paz social no habría podido mantenerse sin esos ciudadanoos en el paro que siguen generando ingresos clandestinamente, sea gracias a ese huerto a cuyo cultivo se dedican, sea merced a la ayuda que reciben de sus familiares pensionistas, sea por obra y gracia de las chapuzas que realizan para clientes particulares; actividades todas estas, y otras que no menciono, que eluden el pago del IVA. Es paradójico que se hable de la posinilidad de aumentar el tipo del impuesto, cuando es diez veces superior el importe que deja de recaudarse por trabajos no declarados. Sin esas ayudas extra que el españolito apañado sabe agenciarse como nadie, no asistiríamos al sinsentido de que en el epicentro de la crisis se produzcan, cada «puente», seis millones de desplazamientos por carretera, es decir, 18 millones de ciudadanos oreándose por España o por el extranjero. Sin las lechugas del huertito, los huevos del gallinero, los siempre próvidos abuelos-canguro y esa providencial obrita en la casa del vecino, estaríamos inmersos en otra guerra civil. Que Dios permita este alivio, mientras las cosas no mejoren.

Publicado en «La Tribuna», el 4-06-2012

Por el buen camino

21/03/2014

Cinco meses de deberes bien hechos y una exitosa gestión con las instituciones comunitarias, han dado como resultado una ayuda financiera del Euro Grupo que acredita el nuevo grado de confianza que el Reino de España suscita. La fórmula arbitrada por las altas instancias europeas, ha merecido el beneplácito de Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia y otros países de nuestro entorno, y puede considerarse muy favorable a los intereses de nuestro país. Nos permite armonizar las necesidades de algunos de nuestras entidades financieras con la decidida política del Gobierno Rajoy encaminada a una firme y paulatina recuperación económica que deberá propiciar el regreso del crédito a nuestras pymes y empresarios autónomos, así como a las familias españolas. Conociendo ya esa política, es de esperar que nuestro Ejecutivo no disponga de ese crédito más allá de lo estrictamente necesario. Si puede limitarse a disponer de apenas un 50% de la solidaria línea de crédito que Europa ha destinado a sanear nuestras cajas de ahorros, la gestión podrá calificarse de excelente. La importante medida viene así msmo a evidenciar el peso específico de España en una Europa del Euro de la que es parte esencial.  Los españoles, a pesar de las manifestaciones en negativo de determinados líderes de izquierdas, debemos sentirnos satisfechos con este logro. Cuantos dimos nuestra confianza al nuevo Gobierno, nos sentimos por el momento satisfechos. Hechos y no palabras es los que veníamos necesitando. Las críticas sobre si el Presidente del Gobierno debería explicar más las cosas a los ciudadanos, pueden tener su razón; pero ello es consecuente con la forma de ser de unos políticos luchadores que atienden más a los hechos que a la  verborrea. Hay líderes en la oposición que viven de cuestionar si determinadas informaciones debería haberlas dado el señor Rajoy, y no uno de sus ministros económicos. Pues, miren ustedes, la cosa va según estilos. El acual gabinete que dirige los destinos de España tiene su propio estilo, y un sevidor prefiere constatar hechos concretos y gestiones bien realizadas que escuchar mensajes demagógicos. Digan lo que digan algunos, estos cinco meses de rodaje del nuevo Gobierno nos han permitido comprender que ha hecho todo cuanto había que hacer hasta estos momentos. Los señores Rubalcaba, Llamazares, Cayo Lara, Toxo y Méndez, adversarios irredentos de nuestro actual Gobierno, se ven y se desean en su común esfuerzo por restar valor a la importante decisión tomada por el Euro Grupo con respecto a España. No pueden digerir el hecho de que un gobierno del Partido Popular esté siendo capaz de deshacer los entuertos que ellos generaron, como ya sucediera en España en otras ocasiones. Hasta el sucesor socialista del señor Zarkosí, y otros líderes europeos de esa cuerda, parecen estar viéndolo así.

Publicado en «La Tribuna», el 11-06–2012 

Primavera horribilis

21/03/2014

Una semanita más y archivada quedará para siempre esta Primavera horribilis que nos ha traído en vilo. Los españoles, que habíamos vivido sin preocuparnos de la prima de riesgo cuando recibíamos fondos estructurales europeos, ignorábamos el significado de las expresiones «mercados», «rescates» o «Standard & Poor´s», y nos afanábamos en cumplir sin más historias las condiciones impuestas por la UE, estamos ahora, o creemos estar, a la última en macroeconomía. Debido a la severa tasa de paro que padecemos y a la intoxicación producida por algunos medios de comunicación y las redes sociales, las vicisitudes vividas en esta larga y cálida Primavera han convertido el país en un inmenso mentidero en el que todo quisque ha querido participar, a menudo sin tener ni pajolera idea de los graves asuntos sobre los que se empeñaba en opinar. Por fin vemos terminar esta enervante Primavera, esperando que las podas y demás labores acometidas por el actual Gobierno, consigan regenerar nuestra finca común y volver a hacerla productiva para bien de todos. Entretanto, un servidor ha podido disfrutar de la exuberancia que esta estación nos ha traído. Menos mal que pudo agenciarse un nuevo y flamante rastrillo que elimina la hojarasca como por arte de magia, porque no recuerda otro año en que las ramas de las encinas arrojaran tanta broza. Florecieron las mimosas en abril  (junto al árbol del amor); el rododendro en mayo; las glicinias en junio y, justo ahora, cuando ya nos ronda el verano, todas las adelfas se han colmado de flores blancas y rojas. No nos podemos quejar: Dios ha vuelto a regalarnos su fastuoso regalo anual.  Y también en otros ámbitos se ha manifestado la estación. Me refiero al mundo del arte, la cultura y ese Spanish Way of Life que es la vida al aire libre. Ciudad Real ha disfrutados a lo largo de ella de acontecimientos tales como el inolvidable concierto de Margarita Barroso, en el antiguo Casino de la ciudad, que puso a la sala en pie. Se trataba de la fiesta de despedida, tras una fructífica vida dedicada a la enseñanza, de nuestra gran pianista malagonera. La Obra Social «La Caixa», por su parte, inauguró, con la ayuda de especialistas como el químico manchego-catalán Jordi Mora, su magna exposición «Hablemos de Drogas». Las interesantes conferencias de nuestro paisano, impartidas entre mayo y junio, producirán sin duda sus frutos. Y a diez kilómetros de la capital, en la aldea de Peralvillo, se inauguró una tentadora terraza de verano, provista de magnífico asador, que aporta un nuevo aliciente a las noches gastronóminas de ese pintoresco lugar a orillas de la carretera de Toledo. Mientras llega la tan ansiada recuperación económica (que llegará), la vida, en su más amplia variedad de formas, sigue su curso imperturbable.

Publicado en «La Tribuna», el 18-06-2012

¿A qué esperan?

21/03/2014

¿A qué esperan los políticos del partido del Gobierno para bajarse el sueldo? ¿A qué esperan para aplicarse ellos mismos, como todos los españoles venimos reclamando, su oblligada política de austeridad?  No entendemos que a los integrantes de un gabinete de tan alto nivel, a los que hemos otorgado una mayoría absoluta para que hagan lo necesario por sacarnos de la crisis, les cueste tanto dar ese paso ejemplar. Todos ellos son profesionales del mayor prestigio y están acostumbrados a percibir elevados emolumentos. Su economía personal, o familiar, no sufriría efecto dramático alguno si renunciaran, pongamos, a un 25 por ciento de ese sueldo que perciben como políticos gobernantes. Con ello conseguirían que los ciudadanos, que ya hemos asumido la necesidad de drásticos recortes (a la fuerza ahorcan), aportáramos nuestro sacrificio de mejor gana. No hacerlo puede transformar nuestra paciente resignación en otro sentimiento menos positivo. En un país de mileuristas, donde los potentados no son tantos, tal medida tendría la virtud de hacernos apoyar las políticas de austeridad con mayor determinación. En un país con tantísimos parlamentos, diputaciones, ayuntamientos, defensores del pueblo, empresas públicas, etcétera, la cifra que una medida de esta índole permitiría ahorrar, contribuiría sustancialmente a la recuperación de España. Y una vez tomada, habría que invitar a los políticos de los demás partidos a hacer otro tanto, máxime cuando ha sido uno de éstos – el PSOE, como todo el mundo sabe – el que permitió a un presidente del Gobierno de triste memoria empobrecer y endeudar España, en el mejor de los casos, para toda una generación. La medida, obviamente, habría que completarse con la eliminación de un plumazo de las «embajadas» catalanas y de esos millares de asesores, coches oficiales, teléfonos móviles, lujosos despachos y tarjetas de crédito a cargo del Estado, que ningún otro país del mundo se permite costear. ¿A qué espera el Gobierno  Rajoy para tomar estas medidas?    Son lógicos, en cierta forma, los gestos de desconfianza de los llamados mercados; los constantes altibajos de la prima de riesgo española, y la actitud insolidaria de los miembros más austeros de la UE. Si a ello añadimos la imagen que proyectamos de país juerguista y sanferminero, despreocupado del futuro y en las antípodas de los chinos (y también de los alemanes) en amor al trabajo, parece un milagro que aún sigan prestándonos ese dinero que nos falta por haberlo dilapidado alegremente. Bájense el sueldo, señor Rajoy, y verá como hasta a Rubalcaba se le quita la sonrisa tonta y refrena, muy a su pesar, sus ansias kale borrocas.

Publicado en «La Tribuna», el 23-07-2012

El catalán que colonizó California

21/03/2014

Mucha tinta se ha vertido sobre la «injusta marginación de Cataluña» en la conquista y colonización de América. Para que los defensores de esta tesis pudieran mantener su queja, han venido silenciándose numerosos hechos históricos que claramente la contradicen. Tal es el caso de don Gaspar de Portolá i Rovira, nacido en Balaguer (Lérida) en el año 1717, que sería más tarde el colonizador y primer gobernador español de California. Y también el caso de la «Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña», cuerpo expedicionario catalán participante en el vasto programa de fundación de misiones y ciudades – de San Diego y San Francisco, entre otras – en aquellas lejanas tierras. En su libro sobre Gaspar de Portolá, editado en 1970 por el Instituto de Estudios Ilerdenses, el historiador Fernando Boneu Companys nos habla de los gritos «¡Viva la Fe!» y «¡Viva el Rey» que aquellos catalanes lanzaban al aire cada vez que tomaban posesión de una nueva tierra en nombre de la corona de España. Y el libro, que incluye un minucioso diario de aquella gesta, está preñado de apellidos catalanes. También el mallorquín Fray Junípero Serra está presente en prácticamente todos los capítulos de la Obra, al igual que gran número de religiosos catalanes de la Compañía de Jesús. No puede este columnista tratar en tan breve espacio de la importante participación catalana en la común empresa americana, pero baste con señalar que esa región española no sólo tiene en su haber a un Gaspar de Portolá, como un servidor acaba de recordar (porque los catalanes parecen haberlo olvidado), sino una legión de soldados, clérigos, juristas, cartógrafos, urbanistas y profesionales distinguidos en todas las artes y oficios. Si Cataluña, evidentemente, estuvo más presente en las gestas mediterráneas, e incluso en las de España en Filipinas, que en las de allende el Atlántico, ello no justifica el crónico coñazo de algunos catalanes sobre su pretendida «exclusión» de la epopeya americana. De otro lado, y por más que se nos repita aquello de «tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando», es un hecho que en las decisiones de la real pareja pesó más la voluntad de la reina castellana, por ser ésta más fuerte de carácter, que la del buenazo de su esposo aragonés. En cualquier caso, no se puede responsabilizar a España, y menos con tantos siglos de retraso, de la ausencia de otro tipo de consenso conyugal en la política ultramarina de Sus Majestades Católicas.  En otro orden de cosas, de cada diez libros que se enviaban al Nuevo Mundo en tiempos del Descubrimiento y Conquista de América, cinco o seis estaban impresos en Cataluña, figurando habitualmente entre ellos el «Tirant lo Blanc», del valenciano Joanot Martorell, el catalanísimo «Consulat del Mar», y más de una «Gramática Castellana» de Nebrija, impresa en Barcelona. Eran los siglos dichosos en los que el «Quijote» de Cervantes, y las obras de Lope y Calderón encandilaban a los catalanes. Tiempos y modos que inspiraron a Cervantes el mejor elogio que un Príncipe de las Letras ha podido dedicar a un pueblo (sic): «Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades». Este escribidor se pregunta si Don Miguel suscribiría su requiebro en estos oscuros tiempos de Divergencia i Desunió.

Publicado en «La Tribuna», el 15-10-2012

Cuatro catalanes (nada menos) fueron Virreyes del Perú

21/03/2014

¿Cómo que los catalanes fueron marginados de las gestas de España en América? Mentira podrida. Son innumerables, como señalaba en mi última columna en este diario, los prohombres de Cataluña, o de la Corona de Aragón que dejaron gloriosa huella de España en el Nuevo Mundo. Los victimistas catalanes que hoy agitan a las minorías ignorantes, deberían hacerse mirar su quejicosa manía. No tiene razón de ser un separatismo que se apoya en la falacia de una excluyente política «castellana» que jamás tuvo lugar.    Le hablaba el otro día, querido lector, de don Gaspar de Portolá, el catalán que colonizó y gobernó la Alta California. Hoy trataré brevemente de otro caso similar: el de don Manuel Amat i Junyent, hijo del marqués de Castellbell, nacido en Vacarisses en 1704. Y voy a hacerlo porque este catalán ejerció el cargo de Virrey del Perú durante más de quince años, tras alcanzar el grado (por sus méritos militares en Marruecos, Nápoles y Sicilia) de mariscal de campo, y desempeñar los cargos de presidente de la Audiencia y Capitán General de Chile. Como Virrey del Perú, organizó y llevó a cabo la defensa de esa colonia – la más rica de las Américas a la sazón – en la guerra «de los Siete Años» contra el agresor inglés, y consagró su mandato a urbanizar su capital, organizar actividades agrícolas y mineras, fortificar las costas e impulsar el comercio ultramarino. Ni su gusto por la ostentación, ni sus escandalosas relaciones con la actriz limeña «La Perricholi» lograron empañar su brillante historial militar y político. Pero, por si con un virrey catalán no bastara, España destinó al Perú tres virreyes más nacidos en tierras de la Corona de Aragón a la que Cataluña pertenecía(Melchor Navarro i Rocafull,  Manuel Oms de Santa Pau y Miguel de Avilés); y aún un cuarto, así mismo catalán (Pedro Cebrián i Agustín), que lo fué de Nueva España. ¡Menuda «marginación» la cometida por unos monarcas españoles que confiaban a catalanes el gobierno de sus territorios más preciados!   He de averiguar si los citados personajes se hallan o no presentes en esa Història de Catalunya amañada que hoy se enseña en las escuelas catalanas. Será curioso constatar si se ha borrado en ellos no sólo los nombres de esos destacados políticos, sino a la legión de catalanes que así mismo participó, junto a compatriotas de muchas otras regiones españolas, en los admirables hechos del descubrimiento, conquista y colonización de América; y en la incomparable obra de cristianización de su población nativa. Y, ya puestos, resultaría interesante conocer la parte de sangre catalana que hoy circula por las venas de esa ingente humanidad mestiza – española y amerindia – que sólo una nación del planeta ha sido capaz de engendrar.

Publicado en «La Tribuna», el 22-12-2012

La negación del «seny»

21/03/2014

Parece evidente que el seny, esa cualidad que siempre se había alabado en los catalanes, ha desaparecido de la mayoría de su clase política y de buena parte de las gentes de esa región considerada por muchos como el motor de España. Tal vez convenga recordar a los no catalanes el significado de ese vocablo (el cual, si se me permite el inciso, ha de pronunciarse «señ»).  En el  «Diccionari Català-Castellà» (Bruguera, 1989), encontramos las siguientes acepciones: sensatez, cordura, tino. Y el «Diccionari Català-Anglès» (Enciclopèdia Catalana, 1985), aún es más explícito al describir el seny como una mezcla de sense, understanding, judgement, good sense, wisdom, sensibleness, es decir: sentido, comprensión, juicio, buen sentido, sabiduría, sensibilidad. Y aún se podría añadir: templanza, moderación, prudencia. Son muchos los pueblos del mundo (Costa Rica, Canadá, Nueva Zelanda o Noruega, por citar unos ejemplos) a los que hoy podríamos atribuir las mencionadas virtudes con bastante más razón que a Cataluña; porque esta región española, por más que a los oriundos de ella nos duela reconocerlo, parece haber perdido la patente. Los manejos secesionistas de un impresentable Artur Más, dentro y fuera del país, y la intención de una parte de los catalanes de votar su candidatura en las próximas elecciones, así lo acreditan.  Es también un hecho que la Cataluña actual – híbrida en grado máximo tras las oleadas migratorias del pasado siglo XX – poco tiene que ver con la modélica Cataluña de los gremios, o con sus ejemplares revoluciones industrial y agraria; y nada, absolutamente nada con la de esos millares de catalanes que dieron su vida en las Navas por la unidad de España; en el sitio de Gerona y en el Bruch contra el invasor francés; en tierras del Magreb en defensa de posesiones nacionales, y en Cuba y Filipinas ante el agresor estadounidense y las insurgencias nativas por él alentadas. Duele constatar que la identidad catalana se ha diluido gradualmente, al igual que  el seny, esa característica genética que glosara Aussiàs March. Paradójicamente, la Cataluña del presente ha desaprendido a sentirse parte inseparable de España cuando más española había llegado a ser su población: justo en el momento histórico en que millones de compatriotas llegados de todos los confines del Reino, se habían integrado a la perfección, como en ninguna otra región del país, en esa tierra de acogida que un día les brindó trabajo y mejor calidad de vida. Hay una dosis de traición, en opinión de este columnista, en las intenciones de los catalanes de aluvión que hoy aspiran a romper España, renegando de sus propias raíces, tradiciones y familias. Es la triste realidad surgida, en buena parte, de la enseñanza torticera que ha venido impartiéndose en Cataluña en las últimas décadas. Pero, sobre todo, de unos gobiernos autonómicos totalmente faltos de seny, y de otros, los centrales, que sólo estaban interesados en mantenerse en el poder a cualquier precio. Las Elecciones Catalanas del próximo día 25 nos permitirán percibir más claramente lo que ocurre en Cataluña, y calibrar las consecuencias de su imprudente deriva.

 Publicado en «La Tribuna», el 5-11-2012 

El momento del empresariado catalán

21/03/2014

Ante el órdago del president Artur Más y de cuantos catalanes le secundan en su paranoia secesionista, somos muchos los que confiamos en los millares de empresarios catalanes, y delegaciones en Cataluña de grandes empresas multitacionales que han permanecido hasta ahora callados. La proximidad de las Elecciones Catalanes hace cada día más urgente que ese importante colectivo se haga oir claramente con respecto a una hipotética ruptura de la unidad de España que, amén de otros males, empobrecería y aislaría a Cataluña del resto del mundo. Los ridículos mensajes cursados por el gabinete del señor Más a las autoridades de la UE, y urbi et orbi a través de las no menos ridículas embajadas de Cataluña en el exterior, por no mencionar la vergonzante visita del president y su nutrido séquito a Moscú, evidencian la realidad de que nuestros gobernantes no aprenden nada de la Historia.  El honorable  debería haber recordado que sus presentes afanes y peticiones de apoyos internacionales ya los intentó sin éxito, hace la friolera de noventa años, uniluso Francesc Macíá, el cual tampoco dudó en viajar a la URSS acompañado de su correligionario Josep Carner, en solicitud de ayuda para su movimiento secesionista y el proyecto, igualmente demencial, de levantamiento armado de Cataluña contra el resto de España.  Como le ha sucedido a Artur Más, aquel descerebrado catalán, fundador  por cierto del Estat Catalá, no mereció la atención de ser recibido por Stalin, ni de recibir ayuda alguna de la Unión Soviética. El presidente Putin tiene que haber apreciado «falta de definición ideológica» en la solicitud de ayuda del señor Más, al igual que Stalin la apreciara otrora en la de Francesc Maciá. Este columnista tiene el pálpito de que muchos empresarios catalanes, y buen número de empresas multinacionales asentadas en esa Comunidad Autónoma, actuarán como ya lo ha hecho el Grupo Planeta al anticipar que, caso de producirse el referendum que anuncia Artur Más y de abrirse (naturalmente en falso) la senda hacia una separación suicida, trasladaría su sede a otra región de España. Ya no se trata de reabrir el debate sobre el manido boicot de productos o servicios catalanes, sino de hacer saber a los electores de esa industriosa región que pueden quedarse a un tiempo sin industria y sin mercados; y sin razón alguna para seguir defendiendo que «la pela es la pela». En cualquier caso, es de esperar que el Gobierno del señor Rajoy tenga las agallas de aplicar, llegado el caso, los artículos pertinentes de esa Constitución que el ínclito Artur Más jurara un día cumplir.

Publicado el 12 de noviembre de 2013 en «La Tribuna»