Archivo de diciembre 2010

Abomino del Gobierno

29/12/2010

Como demócrata que soy – y me siento – estaría dispuesto a respetar cualquier gobierno que en nuestro país surgiera de las urnas. Pero como cristiano que soy – y que me siento por encima de cualquier otra consideración – me niego a reconocer como legítimo a un Gobierno como el actual que ataca nuestra Fe. Acepto, como cristiano, la condición de aconfesionalidad de nuestro Estado democrático, porque entiendo que es justo que mi Religión pueda coexistir en armonía con otros credos diferentes; y que España pueda estar presidida por la firme convicción que emana de la libertad religiosa. Pero abomino abiertamente de un Gobierno como el que hoy padecemos, que ataca mi Religión (que es mayoritaria en el Estado), dificulta su práctica (pensemos en el atropello que se ha intentado perpetrar, aunque sin éxito, contra la comunidad religiosa de Cuelgamuros), discrimina y desprestigia socialmente a los cristianos, y carga contra la Familia Cristiana y el sagrado Derecho a la Vida por todos los medios a su alcance. Abomino abiertamente, «me cueste lo que me cueste», de un Gobierno mal llamado «socialista», ya que el primer socialista de la Historia, y el único verdaderamente sincero, fue y seguirá siendo Jesús, nuestro Salvador, por los siglos de los siglos. No en vano su Doctrina se resume en dos mandamientos supremos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
No soy capaz de reconocer a un Gobierno que en medio de la severa crisis económica que padecemos, destina ingentes cantidades del dinero que no es suyo, porque es – o era – de todos los españoles, a bizarras atenciones a extraños colectivos, incluso en otros países; mientras se afana vanamente por erradicar todo sentimiento religioso del corazón de los católicos españoles. ¡Vano intento, como digo, porque nadie puede echar un pulso a Dios! 
Como el Santo Padre nos recuerda a diario – y también algunos medios de Comunicación – el Cristianismo vuelve a ser perseguido en varias regiones del mundo. Ya suman legión los cristianos que están siendo masacrados por el integrismo islámico. Pero el Gobierno de España, formado por individuos sin cultura ni formación humanística alguna, fomenta la implantación – en particular en Cataluña – de ese fundamentalismo foráneo que ya anuncia mayorías electorales en distintos municipios de mi castigada patria chica. Entre ese nuevo factor transformador contra natura de mi católica tierra catalana, y las minorías, igualmente foráneas, surgidas del cinturón industrial de Barcelona (que no de la Cataluña histórica), se está logrando el objetivo, enunciado por Gadafi y otros locos revanchistas, de afianzar la quinta columna de una futura UE islámica.
Me desmarco abiertamente de un Gobierno que se ha tornado en paladín del desacato a nuestra Ley Fundamental, y en adalid imparable del desmembramiento de España. Pero, por encima de todo, abomino de un Gobierno impresentable que osa retar a Dios, inventa el «bautismo civil» y nos hace preguntarnos sin cesar qué fuerza del Maligno lo mueve, qué suerte de masonería lo impulsa. No tengamos miedo, amigos míos, de hablar claro. Rechacemos de una vez el cobarde silencio de los corderos.    

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  27  de diciembre de 2010

Magnífica «Intereconomía»

25/12/2010

Elogiar a Intereconomía, o a los distintos medios de comunicación de este providencial Grupo, puede parecer políticamente incorrecto a juzgar por el silencio que su meritoria labor suscita en otros medios informativos de mayor audiencia. El impresionante «Maraton 24 Horas, todos contra el paro», desarrollado este fin de semana por Intereconomía, constituye la mejor prueba de su firme vocación social, como no podía ser menos en una televisión que se declara orgullosa de ser católica, defensora del matrimonio y de la familia y, sin ningún rodeo, de derechas. Ya vamos siendo legión los que aplaudimos la nueva forma de informar que Intereconomía ha estrenado, y admiramos su objetividad y admirable arrojo. Sus espacios estelares – «El gato al agua», «Dando caña», «Otro gallo cantaría»… – han logrado ganarse a pulso la fidelidad de muchos españoles cultos, así como el respeto (cuanto menos) de los menos formados. Agradece el espectador esa neutralidad de la que el Grupo hace gala a la hora de informar verazmente sobre una variedad de asuntos que buena parte de los mal llamados socialistas desearía mantener tabú.
Defiende Intereconomía, precisamente, los valores que los laicistas rechazan; y defienden esa Fe, aplastantemente mayoritaria, que está en la génesis y en la Historia de nuestra identidad europea. Defiende la vida humana en todas y cada una de sus y fases, y esa condición necesaria para un desarrollo humano completo, que es la Educación. De otro lado, denuncia la corrupción que señorea nuestra vida política; y ataca la ineficacia en la gestión pública, el desprecio a la división de poderes; las políticas que fragmentan el país; y, en suma, las burlas que hoy se hacen de la democracia. Ha sido providencial la aparición de este grupo de comunicación en una época sacudida por la peor crisis económica – y moral – que los españoles han conocido. 
El número de emprendedores y de escuelas de negocios que han participado en este histórico Maratón, aportando multitud de ideas para reducir el paro, han convertido Intereconomía en una auténtica «business school» para cuantos espectadores hemos seguido, pegados como nunca al televisor, estas veinticuatro horas solidarias. Los mensajes llegados de todos los puntos de España – que venían reproducidos en pantalla – han conseguido mostrar hasta qué punto Intereconomía se afirma día a día como el gran comunicador que España precisaba. Y ello sin desmerecer el alto valor educativo de todas las reflexiones que los artífices del programa han venido desgranando a lo largo de este maratón. Gritarles ¡felicidades!, aunque lo hiciéramos al unísono, sonaría a muy poco. Pero lo que nunca sonará a poco, es ese medio millón de euros – in crescendo – que Intereconomía ya tiene recaudado cuando un servidor se dispone (a última hora de este reconfortante domingo) a pulsar la tecla «enviar» que trasladará esta columna, como por arte de birlibirloque, a la redacción de La Tribuna.
¡Felicidades a Caritas y a todos los desempleados!

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  20  de diciembre de 2010

 

Una última reflexión

25/12/2010

Un país en el que sus gobernantes manipulan a capricho la opinión de los ciudadanos (la de los menos cultos, naturalmente), no puede llamarse democrático. Un Gobierno que acapara gran parte de los medios de comunicación, impone su voluntad por decreto y se niega a reconocer sus errores, no es digno de ese apelativo.
El reciente cierre del espacio aéreo español, motivado por la incapacidad gubernamental de aumentar el número de controladores aéreos, nos ha dado buen ejemplo de lo que un Gobierno que se precie nunca debería hacer. No ha sido capaz el Gobierno, a pesar de haberse comprometido a hacerlo, de formar esos centenares de controladores cualificados que el personal de AENA reclamaba para reforzar los equipos de control y adecuar los servicios a la realidad del tráfico aéreo.
Estos son los hechos ciertos. La factura que el Estado de Alarma decretado ha pasado a nuestro Gobierno, ha sido hábilmente endosada a los mismos profesionales que durante años venían denunciando la situación como algo insostenible. Y a este columnista le parece muy injusto que sean ahora los controladores – ese «club de señoritos» de privilegiados salarios, según algunos – los que catalicen las protestas y el rencor de la ciudadanía. La gente se ha olvidado del alto grado de responsabilidad que conlleva el oficio de controlador aéreo.
Todos los españoles, antes de comulgar con ruedas de molino, deberíamos tener la posibilidad de visitar una torre de control en cualquier momento álgido (que son todos) de esa tensa jornada laboral en la que los controladores se concentran en su complejísima tarea. Tienen que ordenar el tráfico de todos los aviones en tierra que solicitan despegar y de cuantos, sobrevolando el aeropuerto en distintos niveles de espera, pretenden aterrizar. Deberíamos verles trabajar bajo la tensión permanente de tener que mantener su atención en multitud de factores diferentes, tales como las condiciones meteorológicas, la intensidad del tráfico, la comunicación con los comandantes de varias aeronaves a la vez y la constante realización de cálculos logísticos, sin pasar por alto la necesidad de coordinar sus decisiones con las de sus compañeros de la propia torre y con las de los responsables de otros centros de control aéreo.      
Contrariamente a lo que se ha hecho creer a los ciudadanos, y en particular a los usuarios afectados, los controladores no protestaban por su paga, sino por las excesivas horas extras que se ven obligados a devengar en un oficio del que depende, día tras día, la seguridad de centenares de vuelos y la vida de millares de personas. A nuestros controladores no se les caen los aviones, mientras que a nuestros gobernantes se les cae todo el país sin que nadie les pida responsabilidades penales por ello.

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  14  de diciembre de 2010

La gran benefactora del mundo

10/12/2010

¡FELIZ NAVIDAD!

Hay ciertas injusticias que claman al cielo. Una de las mayores es la ingratitud que algunos muestran hacia la Iglesia Católica, al pretender ignorar la incomparable obra social y humanitaria que lleva a cabo en el mundo. Independientemente del credo que uno profese o deje de profesar, es de elemental justicia reconocer una labor que ningún Estado ni institución ha alcanzado a igualar.
Al constatar los ataques que se dirigen a la Iglesia con ocasión, por ejemplo, de los lamentables casos de pederastia que afectan a uno de cada diez mil sacerdotes católicos, o que vienen motivados por la no aceptación de alguno de sus dogmas o reglas, un servidor echa en falta que no se alaben con igual énfasis esas obras de incalculable valor que la Iglesia realiza y que todos, incluso los no creyentes, deberíamos agradecer profundamente.
El arzobispo de Zaragoza ha dado a conocer el dato (ya era hora de que alguien lo hiciera) de que la Iglesia Católica ahorra al Estado español – se refiere al año 2007 – la impresionante cifra de 36.060 millones de euros. Aunque el prestigioso economista José Barea ha reducido dicha cifra a 31.189 millones; el dato sigue siendo aplastante. Es el coste que soporta la Iglesia para mantener vivos y en pleno funcionamiento – ¡agárrense! – 51.141 centros de enseñanza, 107 hospitales, 1.004 centros asistenciales, 365 centros de reinserción social, 937 orfanatos, Cáritas, Manos Unidas, Domund e infinidad de otros programas de beneficencia. ¡Y esto sólo en España!
Con independencia de ello, la Iglesia Católica española soporta el 80 por ciento de los gastos de conservación y mantenimiento del Patrimonio eclesiástico (catedrales, iglesias, conventos, monasterios, ermitas, bibliotecas, museos, archivos, etcétera) existente en nuestro país. Gracias, en buena parte, a que la Iglesia desarrolla esta costosísima función, España puede hoy disfrutar de la más alta posición como país turístico, con todos los beneficios para las arcas del Estado que de ello se derivan. Y aún habría que mencionar el beneficio económico que nuestras Semanas Santas, el Camino de Santiago, y tantas otras tradiciones generan para el erario público; así como el coste de remunerar, aunque sea austeramente, a millares de religiosos que día a día sirven a los ciudadanos (misas, confesiones, bautizos, funerales, primeras comuniones, bodas, viáticos, catequesis y demás servicios religiosos y sociales).
Uno siente vergüenza de tener que recurrir a estos datos económicos para convencer a cierta gente de la bondad de la Iglesia Católica, cuando son infinitamente más valiosos los beneficios morales que ella aporta al ser humano a lo largo y ancho del mundo. Resulta aburrido escuchar las torpes y manidas críticas sobre el «poder» de la Iglesia, o sus «riquezas», porque quienes las vierten ignoran, entre muchas otras cosas, que ese poder no es otro que el de la Fe incombustible que mil ciento sesenta y seis millones de cristianos profesamos, aunque nunca alcancemos a dar fiel testimonio de ella; y que esa riqueza (»su» patrimonio) es el fruto acumulado de los bienes materiales que nuestros antepasados quisieron donar a la Iglesia a lo largo de veinte siglos, y que, dicho sea de paso, pertenece y beneficia a todos, creyentes y no creyentes. 

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  6  de diciembre de 2010