Como demócrata que soy – y me siento – estaría dispuesto a respetar cualquier gobierno que en nuestro país surgiera de las urnas. Pero como cristiano que soy – y que me siento por encima de cualquier otra consideración – me niego a reconocer como legítimo a un Gobierno como el actual que ataca nuestra Fe. Acepto, como cristiano, la condición de aconfesionalidad de nuestro Estado democrático, porque entiendo que es justo que mi Religión pueda coexistir en armonía con otros credos diferentes; y que España pueda estar presidida por la firme convicción que emana de la libertad religiosa. Pero abomino abiertamente de un Gobierno como el que hoy padecemos, que ataca mi Religión (que es mayoritaria en el Estado), dificulta su práctica (pensemos en el atropello que se ha intentado perpetrar, aunque sin éxito, contra la comunidad religiosa de Cuelgamuros), discrimina y desprestigia socialmente a los cristianos, y carga contra la Familia Cristiana y el sagrado Derecho a la Vida por todos los medios a su alcance. Abomino abiertamente, «me cueste lo que me cueste», de un Gobierno mal llamado «socialista», ya que el primer socialista de la Historia, y el único verdaderamente sincero, fue y seguirá siendo Jesús, nuestro Salvador, por los siglos de los siglos. No en vano su Doctrina se resume en dos mandamientos supremos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
No soy capaz de reconocer a un Gobierno que en medio de la severa crisis económica que padecemos, destina ingentes cantidades del dinero que no es suyo, porque es – o era – de todos los españoles, a bizarras atenciones a extraños colectivos, incluso en otros países; mientras se afana vanamente por erradicar todo sentimiento religioso del corazón de los católicos españoles. ¡Vano intento, como digo, porque nadie puede echar un pulso a Dios!
Como el Santo Padre nos recuerda a diario – y también algunos medios de Comunicación – el Cristianismo vuelve a ser perseguido en varias regiones del mundo. Ya suman legión los cristianos que están siendo masacrados por el integrismo islámico. Pero el Gobierno de España, formado por individuos sin cultura ni formación humanística alguna, fomenta la implantación – en particular en Cataluña – de ese fundamentalismo foráneo que ya anuncia mayorías electorales en distintos municipios de mi castigada patria chica. Entre ese nuevo factor transformador contra natura de mi católica tierra catalana, y las minorías, igualmente foráneas, surgidas del cinturón industrial de Barcelona (que no de la Cataluña histórica), se está logrando el objetivo, enunciado por Gadafi y otros locos revanchistas, de afianzar la quinta columna de una futura UE islámica.
Me desmarco abiertamente de un Gobierno que se ha tornado en paladín del desacato a nuestra Ley Fundamental, y en adalid imparable del desmembramiento de España. Pero, por encima de todo, abomino de un Gobierno impresentable que osa retar a Dios, inventa el «bautismo civil» y nos hace preguntarnos sin cesar qué fuerza del Maligno lo mueve, qué suerte de masonería lo impulsa. No tengamos miedo, amigos míos, de hablar claro. Rechacemos de una vez el cobarde silencio de los corderos.
© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 27 de diciembre de 2010