Archive for the ‘CARTA ABIERTA A…’ category

El Estado en la cabeza

04/03/2012
Vuelve a ser la hora de uno de esos homenajes post mortem que tanto gustan a los españoles. Alguien escribió años ha este lamento: «¡Qué sino irse de un país de mendigos envidiosos donde para vivir hay que morirse!». Y tenía toda la razón. Al igual que ocurrió con la monarquía española, que pasó por alto al legítimo aspirante por obra y gracia del general Franco, la presidencia del Gobierno español no pudo contar en ninguna de sus legislaturas con quien era a todas luces su político más cualificado. Su conocida vehemencia, brillantez intelectual e indudables dotes de mando, asustaron a los españoles. Algunas de sus expresiones más célebres, como aquella de «la calle es mía», no eran más que un reflejo de su fuerte temperamento, pero calaron más de lo debido en la mente de buena parte de los españoles. No supieron ni quisieron ver esa clara vocación aperturista y democrática de Don Manuel Fraga que más tarde pudo dejar patente durante largo tiempo en su retiro político gallego. Dícese que el comentario de Manuel Fraga Iribarne, al conocer el nombramiento de Adolfo Suárez, fue este: «¡Se han saltado una generación!».
Los homenajes que estos días se han ofrecido a ese excepcional hombre de Estado que no alcanzó a pilotar el nuestro, ha puesto también en evidencia a más de uno de esos mendigos envidiosos de la cita, y en especial a Santiago Carrillo. Con todo, Don Manuel ha pasado a la Historia de España como paradigma del gran estadista. No le dimos la oportunidad que merecía, y tuvo que conformarse con gobernar magistralmente Galicia, su comunidad autónoma natal, en la que mostró estar a la altura del valiente exministro de Franco que convirtió el tardofranquismo – como observara oportunamente la revista Times – en un prerrequisito de la democracia.
Fraga ha sido el mejor ejemplo de lo que debe ser un político, y también de lo que no debe ser. Ni una sola mentira en su dilatada carrera; ni la más mínima acción que cuestionara su honradez y su patriotismo. ¡Qué descomunal contraste con los crímenes y trapicheos perpetrados por políticos coetáneos suyos!
Pudo equivocarse, ¡y de qué manera! (Hernández Mancha, Vestringe,…), pero sus firmes creencias morales y capacidad de trabajo supieron guiarle en la acción política y en su prolífica ascensión intelectual, premiándole, a la postre, con su propia biografía intachable.
He querido releer uno de sus libros: «De Santiago a Filipinas, pasando por Europa». Lo compuso en 1988, en pleno mundo en transición, con el bagaje de su larga experiencia en la política española, su amor al estudio ininterrumpido y, cómo no, sus dilatadas vivencias como embajador de España en la pérfida pero muy democrática Albión. Su lectura reconfirma en esa opinión de Felipe González de que a Fraga «le cabe España en la cabeza»; una de las pocas verdades pronunciadas por Mr. X . Vean esta reflexión que se hace en el libro, tocante al nacionalismo: «Cualquiera que conozca la realidad de la vida política sabe que ni Europa va en esa dirección, ni tiene sentido alguno cambiar de pareja a estas alturas de la Historia (…) Para decirlo más sencillo y más claro, en el momento en que cada región tuviera su propia seguridad social, los viejos gallegos se quedarían sin pensiones…» ¡Qué pena, queridos amigos, no poder leer los 57 libros que escribió!
© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 20 de febrero de 2012

Un millón de abortos

04/03/2012
Corría el año 1961 cuando José María Gironella publicaba su novela «Un millón de muertos», dedicada, según consta en el libro, «a todos los muertos de la Guerra Española 1936-1939». Si mi ilustre pariente no hubiera fallecido, habría podido escribir «Un millón de muertos II», y dedicar la obra a todos los seres humanos destruidos en el vientre de sus madres durante el Genocidio Español 2004-2011. En la aclaración que el escritor incluyó en su libro, a modo de prólogo, reconocía que había aumentado la cifra a un millón, aún sabiendo que los muertos en la contienda habían sido quinientos mil, porque quiso incluir entre ellos (sic) «a todos cuantos, poseídos del odio, mataron su piedad, mataron su propio espíritu». Amén de lo inapropiado que resulta llamar «madre» a la mujer que decide eliminar al hijo de sus entrañas, se me ocurre que de haber llegado a escribir la obra que he imaginado, Gironella habría podido titularla «Dos millones de muertos», sumando al millón de nasciturus eliminados en los últimos ocho años en España, ese otro millón de «madres» españolas que, con su acto contra natura, mataron también su espíritu.  
Uno tiembla sólo de pensar en lo grande que tiene que ser la misericordia divina para perdonar a la mujer que opta por sacrificar a su hijo antes de permitirle nacer; ser por lo menos bautizado, y darlo luego en adopción, si así lo desea, a alguno de los miles de matrimonios que darían cualquier cosa por criar a ese bebé, acaso por no poder tener uno propio. Y el temblor se torna pánico si uno se pone a imaginar cuál será el juicio divino por los actos de los carniceros abortistas y políticos antifamilia interesados en confundir el aborto con un derecho natural de la mujer.
Cuando todavía no hemos visto ningún signo de que el nuevo Gobierno de España vaya a cambiar estas cosas, se me antoja que haría falta un nuevo partido político, católico y por tanto «pro vida», desmarcado de Estados Unidos y demás naciones positivistas, que viniera a congregar a las 48 entidades españolas que luchan por separado, bajo siglas tales como «Hazte Oír», «Derecho a Vivir», «Fundación Vida», «SOS Familia», «Médicos por la Vida», «Fundación Red Madre», «Foro Español de la Familia» «Evangelium Vitae», «Fundación Madrina»…, y así hasta casi cincuenta. Ya va siendo hora de que España se ponga a la cabeza de esta Europa que hoy (y con buenas razones) sólo piensa en el Euro, y se organice con igual ímpetu para luchar colectivamente por la vida. La economía tiene sus leyes, pero éstas no excluyen los derechos que los hombres debemos defender: el derecho a nacer, a una educación elegida libremente, al trabajo, a un techo, a la familia, a la libertad de credo y de culto, a la dignidad personal, a las caricias, y a vivir sin el temor de que otros hombres nos maten.
El nuevo partido podría catalizar los esfuerzos no sólo de esas entidades, sino también los de Cáritas, Hijas de la Caridad. Hermanitas de los Pobres, Cottolengo del Padre Alegre, Hermanos de San Juan de Dios, Jóvenes del Tercer Mundo, Jornada Mundial de la Juventud, Cruz Roja Española, Proyecto Esperanza, y Médicos sin Fronteras, entre muchas otras organizaciones ejemplares que sería imposible relacionar en su totalidad. Nuestro problema reside en que su inmensa y benéfica fuerza no trasciende al ámbito legislativo.
© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 9 de enero  de 2012

José Luis Aguilera

18/12/2011
 José Luis Aguilera ha muerto. Quijotista de raigambre, eligió esa forma de vida que consiste – como leemos en la gran novela – en hacer el bien a todos y mal a ninguno. Nos ha dejado el recuerdo del hombre honrado y generoso que Cervantes perpetuó en su personaje más célebre. Podría incluso afirmarse que José Luis ha sido un don Quijote redivivo, un alter ego del andante caballero eternamente ocupado en deshacer entuertos. Quitando a otros elegidos, como el ilustre membrillato Pedro Morales de Gracia, el catedrático cervantista Joaquín González Cuenca, o el antiguo ferroviario Manuel López Gómez, fue uno de esos manchegos admirables que se sabía el Quijote de memoria y había hecho de esta obra su «hoja de ruta».  
 
Humanista, abogado y senador del Reino por Ciudad Real, supo llevar por el mundo el nombre ilustre de su tierra. Sin estridencias ni afán de vanos protagonismos, sus consejos fueron siempre los del cristiano viejo, aunque en otro lugar geográfico habrían podido ser los del derviche mahometano ducho en tradición oral, o los de un sabio necesitado de potentes anteojos, debido al mucho leer. Al igual que nos acontece con la imagen de Quevedo, ya no podremos evocar el bondadoso rostro de Aguilera sin incluir en el collage esas características gafas de recia montura que semejaban dos lupas y transformaban sus pupilas – como diría Juan Ramón – en dos escarabajos de cristal negro. Serán sus ojos, sin duda, esos amplios ventanales por los que asomaba su alma, los que más nos servirán para traer su imagen a la memoria.
 
Necesitado de darse y de seguir repartiendo el amor que le sobraba, tras haberlo volcado a espuertas en su esposa Encarnita, en sus hijos y sus nietos, decidió un día reunirse con sus amigos más próximos y proponerles otra de sus geniales ideas: la de fundar una asociación que divulgara los valores del Quijote y contribuyera a formar una sociedad más culta, justa y solidaria. Así fue como vio la luz, allá por 1994, la asociación cultural  Ciudad Real Quijote 2000, hoy desaparecida, aunque no fueron pocos sus frutos y realizaciones a lo largo de sus quince años de existencia.
 
Don José Luis Aguilera Bermúdez, Quijote del siglo XX, ha fallecido en Cullera, hace apenas unos días. Nos dolemos de su pérdida cuantos tuvimos el honor de ser sus escuderos, sus mozos de campo y plaza; sus amas, bachilleres, barberos y sobrinas. Nuestro paisano más ilustre, el que mereciera un día la distinción de «Caballero Andante», y más tarde la de «Ciudadano Ejemplar» de Ciudad Real, ha emprendido su último y definitivo viaje, el que lleva a las estrellas. Y uno (amante de los dibujos animados) quiere imaginarse que un triste can innominado, galgo corredor por más señas, sigue inmóvil en la esterilla, junto al lecho mortuorio, aguardando su regreso. Los demás damos por cierto que el reencuentro ocurrirá en algún mágico lugar donde no hay puestas ni auroras.
 
© 2011 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 19 de diciembre  de 2011
 
 

Elogio de mi vecino de arriba

18/12/2011
La columna del pasado lunes de mi vecino de arriba, titulada «Lo confieso: fui funcionario», es digna de leerse detenidamente y guardarse para posteriores lecturas. Es lo que he hecho al encartarla junto a la entrada «funcionario» en el tomo correspondiente de mi vetusto Salvat. Y no contento con esto, recomiendo que la lean (está en Internet, en «La Tribuna» digital del 5 de los corrientes) a cuantos no lo hayan hecho.
 
Don Domingo Luis Sánchez Miras, afectado, seguramente, por los injustos comentarios que se vierten sobre esa importante profesión, se maltrata a sí mismo al evocar su vida de funcionario. Yo mismo soy responsable de haber acusado sin matices a ese ochenta por ciento de universitarios que aspira a ser funcionario. Reconozco que habría hecho mejor lamentando simplemente que los estudiantes no contemplen un abanico más amplio de opciones. Olvidamos a menudo lo que él señala: que hay funcionarios buenos y malos, trabajadores y vagos. Y también que son estos profesionales – los buenos y trabajadores – los que permiten que el Estado siga funcionando, incluso en países sin gobierno que los dirija, como ha sucedido recientemente en Bélgica y, en otros tiempos pretéritos, en la mismísima Francia. 
 
Me ha impactado leer esa columna en la que su autor se despacha abriéndonos su corazón. Cuanto nos dice de sus años de estudiante, tan duros y difíciles por razones económicas, me ha hecho sentirme mal, casi avergonzado, ya que un servidor, en esto, fue un privilegiado. No tuve que sacarme la carrera de Derecho mientras trabajaba, como él fue capaz de conseguir, ni me vi forzado a currarme mil y una oposiciones. Su vida profesional, preñada de enormes esfuerzos que apenas le proporcionaban modestas promociones, me ha parecido una apasionante aventura. Y creo que la amargura que su artículo destila, no es justo que la sienta. Y aún menos que ahora, ya jubilado como yo, escriba esa barbaridad de que (sic) «he pasado cuarenta y dos años de mi vida siendo un parásito en el trabajo». O esa otra de que «he sido un peso muerto».
 
No abrigo la menor duda de que mi vecino tiene más que sobradas razones para sentirse orgulloso de su larga carrera como maestro, y después como funcionario del Estado. Una persona capaz de hablarnos de su vida como él ha hecho, forzosamente tiene que haber dejado profunda huella en infinidad de alumnos y en los cargos oficiales que le cupo más tarde desempeñar. Yo ya tuve este pálpito el día en que le conocí (a pesar de que ya entonces nuestras posturas solían ser discrepantes), y ésta debe de ser la razón de que cuando nos reunimos una vez al año, en el almuerzo que el director de este diario ofrece a sus colaboradores, yo tome asiento a su lado y disfrute de su conversación. Se ha convertido en una costumbre, me gustaría pensar que compartida. Pero lo más sorprendente es que la reflexión de mi vecino, esta vez, me ha convertido en su amigo. Y hoy le deseo que Dios, que siempre escribe derecho con esa caligrafía típica que a menudo no entendemos, siga guiándole por la vida con la palma de Su mano. Y aprovecho que el Pisuerga va a pasar por Belén, para desear lo mismo a mis sufridos lectores.
 
© 2011 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 12 de diciembre  de 2011

Las que tienen que servir

28/03/2011

Qué hemos hecho de esa democracia que iba a permitirnos el gobierno del pueblo por el pueblo? ¿Crees de verdad, amigo lector, que ese sueño ha sido alguna vez realizado? Tendremos que reconocer que la democracia es una idea inconclusa en su formulación e inviable en su puesta en práctica. La mejor prueba la tenemos en el hecho de que nuestro presidente del Gobierno, elegido democráticamente, al cual consideran «amortizado» las derechas sin excepción y las izquierdas no compradas, se ha apalancado en el poder y constituido en el mayor obstáculo que hoy impide la recuperación de España.  «República Democrática Alemana», se llamó hasta la reunificación la Alemania comunista, y seguimos viendo a Estados Unidos como «modelo de democracia», cuando es una oligocracia. Llamamos democracia a un sistema de gobierno cuya imagen, como nos recordaba Ortega, «quedó, tal vez para siempre, maltrecha en Yalta, cuando bajo la palabra democracia pusieron su firma tres hombres que la entendían en tres sentidos diferentes».

Cuando constatamos que un pequeño país como Costa Rica podría ser más democrático que los USA; que un dictador libio logra enrocarse en el poder a costa de masacrar a su pueblo, y que un «democrático» Rodríguez Zapatero se empecina en no marcharse aún a costa de arruinar a España, uno empieza a sentirse inseguro en sus convicciones políticas.Y si mirando a la Unión Europea no atisbamos más paralelismo entre las democracias de Sarkozy, Merkel y Berlusconi que la egoista búsqueda de lo material y ese vicio de la mentira y de la corrupción en el que España – la «Roja», como si dijéramos – gana todos los campeonatos, nuestra confusión llega al límite. ¿Es esta la democracia a la que veníamos aspirando? ¿La de Chaves, Bono y Griñán?, ¿la de Artur Más y Zapatero?  ¡Venga ya!  Démosle otro nombre a este sistema engañoso que se está rindiendo a priori ante los retos que le preparan las apisonadoras asiáticas. Felicitaciones a esa universidad de Tres Cantos que ha hecho del idioma chino segunda lengua obligatoria, porque también tendremos que ir pensando en vivir de los servicios de traducción a los nuevos dueños de nuestros hoteles y paradores, y residencias geriátricas. No hemos sabido procurarnos un plan hidrológico, ni un mínimo tejido industrial, ni un mix energético viable, pero seguro que nuestros políticos sabrán desarrollar el mix de servicios más atractivo del mundo y… ¡una nueva legislación sobre las propinas! Y es que en esto del servir, no hay quien nos tosa.

 

 

«Llamada a una patria dormida…»

24/03/2011

«Llamada a una patria dormida… antes de que sea demasiado tarde», es el sugestivo título de un nuevo libro -opúsculo, más bien, por su breve número de páginas- de Santiago Velo de Antelo. La primera parte de ese título recuerda la musicalidad de las coplas de pie quebrado de Manrique y nos lleva necesariamente a evocar una de sus más célebres estrofas: «Recuerde el alma dormida…, avive el seso y despierte…».
Se trata de la última obra de un pensador justo y brillante, de esos que falta nos hacen. No en vano ha recibido una excelente formación en Ciencias Políticas y Empresariales, es experto en Relaciones Internacionales, dirige la revista «Diplomacia» y su rostro se ha convertido, merced a su participación en debates televisivos de gran audiencia, en uno de los más familiares de los españoles. Representa, además, la excelencia que exige España, hoy más que nunca, a los formadores de opinión.
«La situación psicológica de los españoles» – viene a decirnos el autor en uno de sus claros mensajes – «no es hoy muy distinta de la que debió de ser tras el Desastre del 98». Y añade que «ahora como entonces la única esperanza es que, identificados los males, una poderosa corriente regeneracionista que ya está en ciernes impulse a que se les ponga remedio». El quid de la cuestión estriba, según él, en descubrir lo que está fallando en España, para ponerle coto, y en defender los valores de una civilización cristiana que está en juego. Tiene toda la razón don Santiago al comparar la situación que vivimos a causa del señor Rodríguez Zapatero, con la de los años aciagos de nuestra guerra Hispano-Americana. Resulta curioso constatar que tanto entonces como ahora, España ha estado dormida. Tan dormida, y abstraída con lo superfluo, que igual que dio entonces la espalda a lo que estaba sucediendo, se niega hoy a reaccionar ante lo que puede ocurrir. Cuentan los historiadores que en aquel año del «desastre», mientras los estadounidenses vivían en estado de verdadero pánico ante el posible desembarco en sus costas de la vieja escuadra de madera del almirante Cervera, los españoles se abandonaban indiferentes al disfrute de sus Carnavales. ¿Hay alguna diferencia entre nuestra conducta de entonces y lo que los españoles estamos haciendo en estos días? En 1898 corríamos el riesgo de ser atacados directamente por la poderosa armada yanqui, al igual que lo fueron Cuba, Puerto Rico, Filipinas y las Marianas; pero los españoles, excepción hecha de los pobres desgraciados que combatían en Ultramar (por no poder disponer de las mil pesetas que les habría librado de alistarse), miraban para otro lado. Hoy, como si en nada hubiéramos cambiado, corremos el riesgo de no poder combatir los efectos de la «estanflación» que padecemos, pero toda España bulle con sus Carnavales, como si nada estuviera pasando. ¡Viva la fiesta!
El libro que hoy he comentado, y muchos otros que nos están ofreciendo últimamente una legión de periodistas valientes, deberían hacernos cambiar de prioridades, «antes de que sea demasiado tarde». El ejemplo de un célebre manchego – el conquistador Diego de Almagro – al reconocer allá en Chile que de nada valían sus tácticas de conquista, y que debía por tanto abandonarlas, podría servirnos. «Llegando al final deste camino» -nos dice el cronista- «dar en breve la vuelta le convino». Demos de una maldita vez ese giro. ¡Pero ya!

© 2011 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 7 de marzo de 2011

 

Nuevo desencuentro con Sánchez Miras

29/06/2010

No es cierto, contrariamente a lo que escribe mi vecino de arriba (su columna «Crueldades», del pasado lunes), que el Vaticano sea uno «de los pocos estados que reconoce la legitimidad de la pena de muerte, admitiéndola incluso en el vigente Catecismo». En primer lugar, la pena de muerte fue abolida en el Estado Vaticano en 1969, y eliminada de la constitución estatal en el 2000. En segundo, no hay constancia de que en el Vaticano se haya aplicado alguna vez esa pena, aunque mi compañero puede seguir refiriéndose a la Inquisición, las Cruzadas o a esos samizdat que menciona en su artículo y que nada tienen que ver con el tema ni con el siglo XXI. En tercero, el vigente Catecismo ratifica, si no refuerza, el mandamiento «no matarás», aunque la Iglesia legitima el derecho a quitar la vida a otra persona en estricta defensa de la propia vida (de los propios hijos, etc.). Y en cuarto lugar, el Vaticano – que no puede ni pretende inmiscuirse en el código penal de otros estados – ha venido sistemáticamente reclamando a muchos de los 89 países que aún practican la pena capital, que la sustituyan por otras penas no cruentas; y, además, han sido constantes sus peticiones de clemencia para con los condenados a muerte. ¿Cómo se puede afirmar, tan injustamente, que el Vaticano está en contra de la vida, si éste es el derecho que la Iglesia Católica con más vehemencia defiende en todas y cada una de sus fases?   
Pero no termina aquí su columna. Todavía tiene espacio para arremeter contra la Iglesia apoyándose en los «jugosos» concordatos que la Santa Sede suscribió con el III Reich. Pero, ¡por Dios!, si el concordato al que alude – el firmado por Eugenio Pacelli en nombre de Pío XI, y por Franz von Papen en representación del III Reich – se firmó en 1933, tres años antes de la Guerra Civil española y seis antes de la II Guerra Mundial, cuando aún nadie podía imaginar la tragedia universal que el nuevo régimen alemán – elegido, por cierto, democráticamente – desencadenaría más tarde.  ¿A qué viene ese adjetivo «jugosos»? El único jugo que pretendía obtener la Iglesia era el de preservar, bajo el nuevo régimen alemán, su libertad religiosa. ¿Cómo iba a arriesgarse a que pudiera repetirse en la nueva Alemania el irracional ataque a la Iglesia que en aquellos mismos años se estaba perpetrando en España? Léase, para más información sobre los verdaderos sentimientos de Pío XI, su encíclica «Dilectíssima Nobis», dedicada a España, de junio de 1933. Jugosas,  en efecto, la proeza realizada por aquel cardenal que más tarde fue Pío XII – «El Papa que se opuso a Hitler», según el historiador alemán Michael Hasemann – salvando del exterminio a 35 mil hebreos; y la salvación de más de 800 mil personas, ¡conseguida por la Iglesia Católica! y documentada minuciosamente, país por país, por el diplomático e historiador israelí Pinchas Lapide.

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  28 de junio de 2010

«Estirón de orejas» a don Luis del Val

27/04/2010

Le ruego la publicación de la presente carta, ya que tiene por objeto enmendar cariñosamente la plana a don Luis del Val, respecto a la columna que publicó en este diario el pasado 16 de abril, bajo el título «Islamistas Españoles». Empezaré rogando al ilustre periodista que no dude en corregirme y regañarme cuando, como a todos nos puede ocurrir, meta cualquier día el cuezo como él lo ha metido en su citado artículo. Y seguiré para puntualizar que su error estriba en la falsa noticia que da a los lectores de que no hay iglesias cristianas en los países musulmanes en los que manda el Islam. Tal afirmación, por ser de todo punto inexacta, reclama que alguien la corrija de inmediato. Un servidor, que ha viajado bastante por esos países, ha podido asistir a misa dominical en Rabat y Casablanca, y hasta a una inolvidable «misa del gallo» en Marrakech; y también ha tenido ocasión de conversar, por motivos periodísticos, con el párroco de la iglesia católica de Dahkla (Sahara hoy ocupado por Marruecos) y con el obispo de la catedral católica de Saint Louis, en Senegal. Y aunque no haya entrado en ellas, ha visto iglesias cristianas en prácticamente todos los países musulmanes visitados, tanto en África como en Medio Oriente y Asia. Me atrevería a asegurar que en la mayoría de países islámicos existen, debidamente autorizadas, iglesias de nuestra religión. Obviamente, no es este el caso del Afganistán de nuestros días, ni el de una docena de países que en una u otra medida dificultan, persiguen o directamente prohíben los actos de culto cristianos, o penalizan su labor proselitista. La delicadeza del asunto que don Luis del Val toca en su columna, exige que nos atengamos a hechos constatados. Lo contrario sería demagogia. Y callarse ante la involuntaria imprecisión de un tercero, en asunto como éste, también. Me falta ahora leer (primero tendré que comprarlo) ese libro – «Islam, visión crítica» – de Enrique Diego, que el señor de Val cita en su interesante columna, como si de algún modo lo aprobara.

© 2010 José Romagosa Gironella

Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  25 de abril de 2010, sección «Cartas al Director».

Mea maxima culpa

27/04/2010

La asociación cultural «Ciudad Real Quijote 2000», de la que este columnista forma parte, celebró el pasado Día del Libro su tradicional homenaje ante la ciudadrealeña estatua de Cervantes. También se efectuaron las consabidas lecturas y, como todos los años, se procedió a depositar una corona de laurel a los pies de dicha estatua; y un hermoso ramo de flores en el pedestal de la escultura ecuestre de Don Quijote, en la vecina Plaza del Pilar. El problema surgió cuando un servidor se percató de que las cinco palomas, a las que estaba previsto dar suelta al término del acto, se habían quedado olvidadas, dentro de una preciosa cesta de mimbre, en la cochera de su casa en Peralvillo. ¡Con lo que había costado conseguirlas este año de crisis, sin tener que pagar los sesenta euros que en años anteriores se tuvieron que abonar a un sacristán colombófilo de la capital! ¡Con lo mucho que se había esforzado el peralvillero Santiago Trujillo para escogerlas por la noche en su palomar, entre las más blancas, y donarlas generosamente para el cervantino acto de marras!   

Hubo que informar a los medios de comunicación allí presentes de lo ocurrido, para su puntual conocimiento de que la suelta de palomas tendría que realizarse este año «en espíritu», como así, efectivamente, se hizo.  Ello ha permitido que un diario reseñara que las palomas «ni mucho menos llegaron con puntualidad suiza…»; otro, que «cinco palomas, una por provincia de la región, fueron soltadas en la Plaza de Cervantes»; y que un tercero silenciara totalmente la «suelta». Bien mirado, todos ellos trataron correctamente la información o, cuando menos, veraz o caritativamente, porque lo espiritual – incluso en los tiempos que corren y por mucho que algunos se empeñen en negarlo – es tan tangible como lo material.

Y un servidor se lo agradece, aunque su reconocimiento no implica que se crea absuelto del monumental descuido cometido. Por ello, el culpable del desaguisado se complace en informar de que aquella suelta de palomas, que alguien pudo considerar frustrada, se produjo «de nuevo» por la noche de aquel mismo Día del Libro en un palomar improvisado a orillas del Bañuelos, al objeto de que esas aves procreen y puedan asegurar el suministro (gratuito, naturalmente, porque esta crisis no es de un día) de los cinco ejemplares anuales que nos seguirán faltando para homenajes sucesivos.

Un servidor entona su más sincero mea culpa por su olvido de unas palomas, y hace votos para que no toque a otros entonarlo por la posible desaparición de una Asociación Cultural de la que esta «Tierra de Don Quijote» y sus instituciones parecen haberse olvidado.

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  26 de abril de 2010

Carta a un niño que nunca nació

17/04/2010

Las noches de Semana Santa, y estos días de abril que ya van oliendo a libro, son propicios para releer alguna de esas obras que un día nos conmovieron. Al regresar a sus páginas con unos años más a la espalda, comprendemos el acierto de aquel impulso que nos movió a guardarlos. Esta vez le ha llegado el turno a un opúsculo de Oriana Fallaci, cuyo título, curiosamente, coincide con el de esta columna. Mientras el libro reposaba en mi librería, han pasado muchas cosas. Un servidor es tres décadas mas viejo, una cruel ley del aborto ha sido promulgada en mi país, y la célebre periodista italiana, su autora, ha fallecido. Escrito a lápiz en su página en blanco de respeto, leo: «9-8-82, vuelo Madrid-Nueva York». En efecto, recuerdo haberlo comprado ese día en un quiosco de prensa de Barajas, y, en particular, las horas que pasé leyéndolo, absorto, en aquel pájaro metálico. Conseguí en esa ocasión no adquirir uno de esos infumables best sellers que tantos viajes me habían arruinado. Y fiel a mi incorregible costumbre de poner notas en los libros, escribo, debajo de la antigua anotación, este dato que consigo en Internet: «Oriana Fallaci falleció en Florencia, su ciudad natal, el 13 de septiembre de 2006, víctima de cáncer». Influido por los benéficos mensajes aprehendidos de esta última Semana de Pasión, y sobre todo por sus palabras cruciales -Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida- esta última lectura de la confesión de la malograda periodista me ha apenado en extremo. Su libro, editado en el 75, está dedicado, expresamente, «a cuantos se plantean el dilema de dar vida o negarla»; y sus páginas, aunque se presentan en forma de carta, recogen las «conversaciones» que la autora mantiene con el hijo que crece en su seno, y que llega a alcanzar, antes de morir trágicamente, los tres meses de su existencia prenatal. No quiero entrar en el íntimo monólogo de Oriana con su hijo, porque es terrible el debate que con él mantiene sobre si acabará matándolo, o le dejará nacer. Tampoco quiero abordar análisis alguno sobre ese sueño que la escritora nos relata, en el que, con el hijo ya muerto en sus entrañas, se ve sometida a un juicio en la que ella es la encausada. El juzgador, personalizado por el buen médico que había visto todas sus recomendaciones rechazadas, (sic) se levanta y empieza a leer un papel: En presencia de la acusada, este jurado se reúne para juzgarla por el delito de homicidio premeditado, por haber querido y provocado la muerte de su hijo por desidia, egoísmo y falta del más elemental respeto hacia su derecho a la vida ….
Las doce páginas que siguen a esa acusación, y que describen el desarrollo del onírico juicio, deberían ser leídas atentamente por cuantos se plantean la disyuntiva de dar la vida o negarla. ¡Ojalá que la sincera confesión que Oriana nos legó en su libro, le hayan valido para acogerse a la misericordia divina! Pero, ¿tendrá Dios misericordia de un endiosado presidente de un gobierno que alentó la decisión errónea de centenares de miles de madres españolas?  

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  5 de abril de 2010