Internet está lleno de foros en los que se compara la mujer «sexy» con la «vulgar». Tanto predicar la liberación de la mujer y nunca como en nuestro tiempo ha estado la mujer más esclava de las consideraciones sociales. Diríase que el mal llamado progresismo, el mismo que ha arrancado de muchas féminas el ancestral deseo de ser madre, sólo ha logrado establecer dos tipos diferenciados de mujer: la sexy y la vulgar. Para la hispana mentalidad «progre», parece no haber más opciones. La bulimia, la anorexia y los embarazos no deseados, son apenas algunas de las calamitosas consecuencias de ese afán desorbitado de , atractivo físico y vida desordenada. La virtud de la mujer, esa alta cualidad que atribuimos a nuestras madres, ha pasado a ser algo demodé; y la virginidad, incluso en edad temprana, un motivo de vergüenza, cuando no de exclusión social.
Pero, curiosamente, no hay foros en Internet que comparen a la mujer que seguimos llamando «Señora», con esas otras que encajan mejor en la categoría de «mujerío». El progresismo mal entendido ha logrado excluir a las señoras de su censo. No es misión de este articulista señalar con el dedo a ninguna de esas mujeres «liberadas» que hoy acaparan los medios de comunicación, porque están en la mente de todos. Y están en todos los ámbitos de la actividad social, incluso en la no actividad, porque vivir de la charlatanería, la ausencia de pudor o la política huera y demagógica, no es sólo parasitario sino que causa un daño irreparable a la sociedad, como hemos podido comprobar en España durante los últimos años. Con todo, parece llegado el momento de que la sociedad española se pare a reflexionar sobre esta otra crisis que, junto a la económica, está padeciendo
¡Qué fuerza no habrán tenido algunas políticas de inspiración marxista, cuando hoy vemos convertidas en modelos a seguir a infinidad de mujeres que no ha mucho considerábamos (por decirlo suavemente) unas frescachonas! ¿Qué pensar de esas preciosidades, de esbelto talle, eso sí, que asisten a nuestros institutos, pero que usan un léxico que haría sonrojar al patán más deslenguado? ¿Cual será la razón de que hasta algunos doblajes al español de películas estadounidenses incorporen blasfemias, cuando en Estados Unidos la blasfemia es una «public offense», es decir, un delito de orden público, y tales expresiones, por tanto, no es posible que figuren en el audio original? También cabría preguntarse, en méritos a esa legislación, si las cintas de Almodóvar candidatas a los Oscar, se envían a la Academia de Hollywood con sus consabidas blasfemias, o si éstas vienen expurgadas antes de proceder a su envío.
Por estas y otras razones, satisface constatar que el señorío vuelve a estar presente en nuestro Gobierno, tanto en hombres como en mujeres. En lo que atañe a estas últimas, es como si viéramos regresar la añorada e ilustre figura de doña Loyola de Palacio (q.e.p.d.). Las señoras de verdad, las de verdad preparadas, vuelven a ocupar el banco azul. Y un servidor, a sabiendas de que es un gesto anticuado («quite continental», según la canción de Marilyn Monroe), les besa respetuosamente la mano.
© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 30 de enero de 2012