Qué hemos hecho de esa democracia que iba a permitirnos el gobierno del pueblo por el pueblo? ¿Crees de verdad, amigo lector, que ese sueño ha sido alguna vez realizado? Tendremos que reconocer que la democracia es una idea inconclusa en su formulación e inviable en su puesta en práctica. La mejor prueba la tenemos en el hecho de que nuestro presidente del Gobierno, elegido democráticamente, al cual consideran «amortizado» las derechas sin excepción y las izquierdas no compradas, se ha apalancado en el poder y constituido en el mayor obstáculo que hoy impide la recuperación de España. «República Democrática Alemana», se llamó hasta la reunificación la Alemania comunista, y seguimos viendo a Estados Unidos como «modelo de democracia», cuando es una oligocracia. Llamamos democracia a un sistema de gobierno cuya imagen, como nos recordaba Ortega, «quedó, tal vez para siempre, maltrecha en Yalta, cuando bajo la palabra democracia pusieron su firma tres hombres que la entendían en tres sentidos diferentes».
Cuando constatamos que un pequeño país como Costa Rica podría ser más democrático que los USA; que un dictador libio logra enrocarse en el poder a costa de masacrar a su pueblo, y que un «democrático» Rodríguez Zapatero se empecina en no marcharse aún a costa de arruinar a España, uno empieza a sentirse inseguro en sus convicciones políticas.Y si mirando a la Unión Europea no atisbamos más paralelismo entre las democracias de Sarkozy, Merkel y Berlusconi que la egoista búsqueda de lo material y ese vicio de la mentira y de la corrupción en el que España – la «Roja», como si dijéramos – gana todos los campeonatos, nuestra confusión llega al límite. ¿Es esta la democracia a la que veníamos aspirando? ¿La de Chaves, Bono y Griñán?, ¿la de Artur Más y Zapatero? ¡Venga ya! Démosle otro nombre a este sistema engañoso que se está rindiendo a priori ante los retos que le preparan las apisonadoras asiáticas. Felicitaciones a esa universidad de Tres Cantos que ha hecho del idioma chino segunda lengua obligatoria, porque también tendremos que ir pensando en vivir de los servicios de traducción a los nuevos dueños de nuestros hoteles y paradores, y residencias geriátricas. No hemos sabido procurarnos un plan hidrológico, ni un mínimo tejido industrial, ni un mix energético viable, pero seguro que nuestros políticos sabrán desarrollar el mix de servicios más atractivo del mundo y… ¡una nueva legislación sobre las propinas! Y es que en esto del servir, no hay quien nos tosa.