Archive for the ‘REFLEXIONES NAVIDEÑAS’ category

España, sola ante el peligro

24/12/2012

Una vez más, nuestra nación se enfrenta sola ante el peligro. Como en 1808, o en 1898, España encara de nuevo un desafío que amenaza su unidad. Salió airosa, gracias al levantamiento espontáneo del pueblo español, ante el invasor francés; y terminó derrotada en esa otra guerra – la Hispano-Americana, que seguimos llamando incorrectamente «Guerra de Cuba» – que llevó a nuestra España al más triste de los desastres, y a Estados Unidos al mayor de los muchos descréditos morales que ha inscrito en su historia. Ni la intervención del Papa ni la cobarde pasividad de las naciones en aquel conflicto, contribuyeron un ápice a evitar el atropello de España por la nueva y prepotente nación. También estuvo solo nuestro país, e incluso bloqueado por la comunidad internacional durante un largo período posterior a nuestra guerra civil, y, por último, con ocasión de la cobarde «Marcha Verde» ordenada por Hassan II, en 1975. De estas dos comprometidas situaciones citadas en último lugar, España logró zafarse, en un caso por el oportuno abrazo de dos célebres generales – Eisenhower y Franco –  y en el otro, gracias a una no menos célebre «bajada de pantalones», de la cual los españoles preferimos no hablar.

Los enemigos que enfrentamos no son ahora exteriores. Los tenemos en nuestra propia casa: en Cataluña, en el País Vasco, en Andalucía (oculto en sus actuales gobernantes) y en determinadas formaciones políticas que desde épocas de Pablo Iglesias, o de la sangrienta revolución bolchevique, han bregado, sin éxito afortunadamente, por hacer del mundo su feudo; un feudo que la Historia ha mostrado imposible y de todo punto inviable en nuestra piel de toro y en buena parte del mundo desarrollado. Cuando las ideas políticas se circunscriben a la conquista del poder y al desacato de la Ley cuando ésta no es favorable, constituyen un gravísimo obstáculo para el progreso y, sobre todo, para el mantenimiento de cualquier sistema democrático. Cuando los gobernantes de la región española que fuera esencia y motor de España se atreven a traicionarla, y a alentar su separación política de la gran nación histórica, no podemos abrigar la menor duda de que el enemigo está entre nosotros. Las ideas socialistas (mal entendidas, porque el socialismo es semánticamente otra cosa), y las comunistas trasnochadas, no sólo se nos muestran hoy incompatibles con la idea de democracia, sino como el mayor de sus problemas. Pueden tener su utilidad, en prudente escala, para lograr un contrapunto en la democracia parlamentaria, pero están invalidadas – invalidadas por su propia ejecutoria – para tareas de gobierno, y por tanto como razonable alternativa de gobierno.

Acusar al actual ejecutivo del señor Rajoy de «mal gobierno», y que la protesta la lidere el partido que permitió ocho años de desmadre a Zapatero, sólo tendría sentido si se tratara de una broma. Una cosa es hacer oposición, y otra deslegitimar a un gabinete que no ha podido llevar a cabo en su primer año de gestión la labor de regeneración institucional, económica y moral que tenía programada, y que sin duda intentará completar a lo largo de los tres años de mandato que le restan. La incansable actividad pro desgaste del gobierno Rajoy realizada por los partidos de izquierdas durante el año que termina, la cual ha incluido millares de manifestaciones callejeras y ¡dos huelgas generales!, únicamente es comparable a la intensa actividad sediciosa protagonizada en  Cataluña por Artur Mas y sus adláteres. El maduro autor de este artículo, que ya ha vivido y visto mucho, jamás habría imaginado que tras una Transición ejemplar como la que juntos construimos, podríamos llegar al punto de tener que ver un profeta en aquel clarividente Ortega que nos recomendó no bajar la guardia ante nuestros enemigos interiores.

Con todo, un servidor, que siempre ha intentado ver la botella medio llena, es de los que confía en la victoria final de España, y en el hundimiento total de la flota de submarinos enemigos que la amenazan. Es, abiertamente, de los que esperan que el gobierno del señor Rajoy – patriota y honrado donde los haya – (excepción hecha de un más que equivocado Ruiz Gallardón), tenga también el coraje necesario para, entre otras metas, erradicar, o cuanto menos reducir drásticamente la corrupción que nos enfanga; derrotar definitivamente a los traidores y perjuros sediciosos; acabar con el terrorismo etarra; reducir sustancialmente la tasa de paro; profundizar en la reforma del sistema de pensiones; restaurar la hoy perdida unidad de mercado; implantar una Ley de Educación justa y universal; penalizar los ataques a la Religión Católica, y a cualquier otra, así como la española (que no «hispana») fea costumbre de blasfemar; promulgar alguna ley en defensa del buen uso de la Lengua; impulsar el crédito bancario a particulares y pymes; solucionar los problemas que afectan a la Sanidad; reformar la ley que permite los abortos arbitrarios; mejorar en todo lo posible los servicios sociales; apoyar las actividades solidarias; mejorar los reglamentos que rigen las Comunidades Autónomas; impulsar la I+D+i; optimizar la «Marca España» en el exterior; promover la natalidad y el subsiguiente relevo generacional; corregir con justicia la Ley Gallardón «de Tasas Judiciales»; seguir en la lucha contra el déficit público y privado; devolver la independencia absoluta a la Justicia; promulgar una ley de ayuda a desahuciados y todas aquellas que sean necesarias para mantener e incrementar, sin discriminación alguna, eso tan importante que llamamos «Estado del Bienestar».

Feliz Navidad a todos, queridos lectores. ¡Ah!, y no dejen de montar el Belén, el del Niño Dios que la mayoría de españoles adoramos. No hagan caso de cuantos quieren que no lo montemos, y que son, por lo general, los mismos que se afanan en armarnos ese otro tipo de belenes que nos quitan felicidad.

Un millón de abortos

04/03/2012
Corría el año 1961 cuando José María Gironella publicaba su novela «Un millón de muertos», dedicada, según consta en el libro, «a todos los muertos de la Guerra Española 1936-1939». Si mi ilustre pariente no hubiera fallecido, habría podido escribir «Un millón de muertos II», y dedicar la obra a todos los seres humanos destruidos en el vientre de sus madres durante el Genocidio Español 2004-2011. En la aclaración que el escritor incluyó en su libro, a modo de prólogo, reconocía que había aumentado la cifra a un millón, aún sabiendo que los muertos en la contienda habían sido quinientos mil, porque quiso incluir entre ellos (sic) «a todos cuantos, poseídos del odio, mataron su piedad, mataron su propio espíritu». Amén de lo inapropiado que resulta llamar «madre» a la mujer que decide eliminar al hijo de sus entrañas, se me ocurre que de haber llegado a escribir la obra que he imaginado, Gironella habría podido titularla «Dos millones de muertos», sumando al millón de nasciturus eliminados en los últimos ocho años en España, ese otro millón de «madres» españolas que, con su acto contra natura, mataron también su espíritu.  
Uno tiembla sólo de pensar en lo grande que tiene que ser la misericordia divina para perdonar a la mujer que opta por sacrificar a su hijo antes de permitirle nacer; ser por lo menos bautizado, y darlo luego en adopción, si así lo desea, a alguno de los miles de matrimonios que darían cualquier cosa por criar a ese bebé, acaso por no poder tener uno propio. Y el temblor se torna pánico si uno se pone a imaginar cuál será el juicio divino por los actos de los carniceros abortistas y políticos antifamilia interesados en confundir el aborto con un derecho natural de la mujer.
Cuando todavía no hemos visto ningún signo de que el nuevo Gobierno de España vaya a cambiar estas cosas, se me antoja que haría falta un nuevo partido político, católico y por tanto «pro vida», desmarcado de Estados Unidos y demás naciones positivistas, que viniera a congregar a las 48 entidades españolas que luchan por separado, bajo siglas tales como «Hazte Oír», «Derecho a Vivir», «Fundación Vida», «SOS Familia», «Médicos por la Vida», «Fundación Red Madre», «Foro Español de la Familia» «Evangelium Vitae», «Fundación Madrina»…, y así hasta casi cincuenta. Ya va siendo hora de que España se ponga a la cabeza de esta Europa que hoy (y con buenas razones) sólo piensa en el Euro, y se organice con igual ímpetu para luchar colectivamente por la vida. La economía tiene sus leyes, pero éstas no excluyen los derechos que los hombres debemos defender: el derecho a nacer, a una educación elegida libremente, al trabajo, a un techo, a la familia, a la libertad de credo y de culto, a la dignidad personal, a las caricias, y a vivir sin el temor de que otros hombres nos maten.
El nuevo partido podría catalizar los esfuerzos no sólo de esas entidades, sino también los de Cáritas, Hijas de la Caridad. Hermanitas de los Pobres, Cottolengo del Padre Alegre, Hermanos de San Juan de Dios, Jóvenes del Tercer Mundo, Jornada Mundial de la Juventud, Cruz Roja Española, Proyecto Esperanza, y Médicos sin Fronteras, entre muchas otras organizaciones ejemplares que sería imposible relacionar en su totalidad. Nuestro problema reside en que su inmensa y benéfica fuerza no trasciende al ámbito legislativo.
© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 9 de enero  de 2012

José Luis Aguilera

18/12/2011
 José Luis Aguilera ha muerto. Quijotista de raigambre, eligió esa forma de vida que consiste – como leemos en la gran novela – en hacer el bien a todos y mal a ninguno. Nos ha dejado el recuerdo del hombre honrado y generoso que Cervantes perpetuó en su personaje más célebre. Podría incluso afirmarse que José Luis ha sido un don Quijote redivivo, un alter ego del andante caballero eternamente ocupado en deshacer entuertos. Quitando a otros elegidos, como el ilustre membrillato Pedro Morales de Gracia, el catedrático cervantista Joaquín González Cuenca, o el antiguo ferroviario Manuel López Gómez, fue uno de esos manchegos admirables que se sabía el Quijote de memoria y había hecho de esta obra su «hoja de ruta».  
 
Humanista, abogado y senador del Reino por Ciudad Real, supo llevar por el mundo el nombre ilustre de su tierra. Sin estridencias ni afán de vanos protagonismos, sus consejos fueron siempre los del cristiano viejo, aunque en otro lugar geográfico habrían podido ser los del derviche mahometano ducho en tradición oral, o los de un sabio necesitado de potentes anteojos, debido al mucho leer. Al igual que nos acontece con la imagen de Quevedo, ya no podremos evocar el bondadoso rostro de Aguilera sin incluir en el collage esas características gafas de recia montura que semejaban dos lupas y transformaban sus pupilas – como diría Juan Ramón – en dos escarabajos de cristal negro. Serán sus ojos, sin duda, esos amplios ventanales por los que asomaba su alma, los que más nos servirán para traer su imagen a la memoria.
 
Necesitado de darse y de seguir repartiendo el amor que le sobraba, tras haberlo volcado a espuertas en su esposa Encarnita, en sus hijos y sus nietos, decidió un día reunirse con sus amigos más próximos y proponerles otra de sus geniales ideas: la de fundar una asociación que divulgara los valores del Quijote y contribuyera a formar una sociedad más culta, justa y solidaria. Así fue como vio la luz, allá por 1994, la asociación cultural  Ciudad Real Quijote 2000, hoy desaparecida, aunque no fueron pocos sus frutos y realizaciones a lo largo de sus quince años de existencia.
 
Don José Luis Aguilera Bermúdez, Quijote del siglo XX, ha fallecido en Cullera, hace apenas unos días. Nos dolemos de su pérdida cuantos tuvimos el honor de ser sus escuderos, sus mozos de campo y plaza; sus amas, bachilleres, barberos y sobrinas. Nuestro paisano más ilustre, el que mereciera un día la distinción de «Caballero Andante», y más tarde la de «Ciudadano Ejemplar» de Ciudad Real, ha emprendido su último y definitivo viaje, el que lleva a las estrellas. Y uno (amante de los dibujos animados) quiere imaginarse que un triste can innominado, galgo corredor por más señas, sigue inmóvil en la esterilla, junto al lecho mortuorio, aguardando su regreso. Los demás damos por cierto que el reencuentro ocurrirá en algún mágico lugar donde no hay puestas ni auroras.
 
© 2011 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 19 de diciembre  de 2011
 
 

Elogio de mi vecino de arriba

18/12/2011
La columna del pasado lunes de mi vecino de arriba, titulada «Lo confieso: fui funcionario», es digna de leerse detenidamente y guardarse para posteriores lecturas. Es lo que he hecho al encartarla junto a la entrada «funcionario» en el tomo correspondiente de mi vetusto Salvat. Y no contento con esto, recomiendo que la lean (está en Internet, en «La Tribuna» digital del 5 de los corrientes) a cuantos no lo hayan hecho.
 
Don Domingo Luis Sánchez Miras, afectado, seguramente, por los injustos comentarios que se vierten sobre esa importante profesión, se maltrata a sí mismo al evocar su vida de funcionario. Yo mismo soy responsable de haber acusado sin matices a ese ochenta por ciento de universitarios que aspira a ser funcionario. Reconozco que habría hecho mejor lamentando simplemente que los estudiantes no contemplen un abanico más amplio de opciones. Olvidamos a menudo lo que él señala: que hay funcionarios buenos y malos, trabajadores y vagos. Y también que son estos profesionales – los buenos y trabajadores – los que permiten que el Estado siga funcionando, incluso en países sin gobierno que los dirija, como ha sucedido recientemente en Bélgica y, en otros tiempos pretéritos, en la mismísima Francia. 
 
Me ha impactado leer esa columna en la que su autor se despacha abriéndonos su corazón. Cuanto nos dice de sus años de estudiante, tan duros y difíciles por razones económicas, me ha hecho sentirme mal, casi avergonzado, ya que un servidor, en esto, fue un privilegiado. No tuve que sacarme la carrera de Derecho mientras trabajaba, como él fue capaz de conseguir, ni me vi forzado a currarme mil y una oposiciones. Su vida profesional, preñada de enormes esfuerzos que apenas le proporcionaban modestas promociones, me ha parecido una apasionante aventura. Y creo que la amargura que su artículo destila, no es justo que la sienta. Y aún menos que ahora, ya jubilado como yo, escriba esa barbaridad de que (sic) «he pasado cuarenta y dos años de mi vida siendo un parásito en el trabajo». O esa otra de que «he sido un peso muerto».
 
No abrigo la menor duda de que mi vecino tiene más que sobradas razones para sentirse orgulloso de su larga carrera como maestro, y después como funcionario del Estado. Una persona capaz de hablarnos de su vida como él ha hecho, forzosamente tiene que haber dejado profunda huella en infinidad de alumnos y en los cargos oficiales que le cupo más tarde desempeñar. Yo ya tuve este pálpito el día en que le conocí (a pesar de que ya entonces nuestras posturas solían ser discrepantes), y ésta debe de ser la razón de que cuando nos reunimos una vez al año, en el almuerzo que el director de este diario ofrece a sus colaboradores, yo tome asiento a su lado y disfrute de su conversación. Se ha convertido en una costumbre, me gustaría pensar que compartida. Pero lo más sorprendente es que la reflexión de mi vecino, esta vez, me ha convertido en su amigo. Y hoy le deseo que Dios, que siempre escribe derecho con esa caligrafía típica que a menudo no entendemos, siga guiándole por la vida con la palma de Su mano. Y aprovecho que el Pisuerga va a pasar por Belén, para desear lo mismo a mis sufridos lectores.
 
© 2011 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 12 de diciembre  de 2011

Abomino del Gobierno

29/12/2010

Como demócrata que soy – y me siento – estaría dispuesto a respetar cualquier gobierno que en nuestro país surgiera de las urnas. Pero como cristiano que soy – y que me siento por encima de cualquier otra consideración – me niego a reconocer como legítimo a un Gobierno como el actual que ataca nuestra Fe. Acepto, como cristiano, la condición de aconfesionalidad de nuestro Estado democrático, porque entiendo que es justo que mi Religión pueda coexistir en armonía con otros credos diferentes; y que España pueda estar presidida por la firme convicción que emana de la libertad religiosa. Pero abomino abiertamente de un Gobierno como el que hoy padecemos, que ataca mi Religión (que es mayoritaria en el Estado), dificulta su práctica (pensemos en el atropello que se ha intentado perpetrar, aunque sin éxito, contra la comunidad religiosa de Cuelgamuros), discrimina y desprestigia socialmente a los cristianos, y carga contra la Familia Cristiana y el sagrado Derecho a la Vida por todos los medios a su alcance. Abomino abiertamente, «me cueste lo que me cueste», de un Gobierno mal llamado «socialista», ya que el primer socialista de la Historia, y el único verdaderamente sincero, fue y seguirá siendo Jesús, nuestro Salvador, por los siglos de los siglos. No en vano su Doctrina se resume en dos mandamientos supremos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
No soy capaz de reconocer a un Gobierno que en medio de la severa crisis económica que padecemos, destina ingentes cantidades del dinero que no es suyo, porque es – o era – de todos los españoles, a bizarras atenciones a extraños colectivos, incluso en otros países; mientras se afana vanamente por erradicar todo sentimiento religioso del corazón de los católicos españoles. ¡Vano intento, como digo, porque nadie puede echar un pulso a Dios! 
Como el Santo Padre nos recuerda a diario – y también algunos medios de Comunicación – el Cristianismo vuelve a ser perseguido en varias regiones del mundo. Ya suman legión los cristianos que están siendo masacrados por el integrismo islámico. Pero el Gobierno de España, formado por individuos sin cultura ni formación humanística alguna, fomenta la implantación – en particular en Cataluña – de ese fundamentalismo foráneo que ya anuncia mayorías electorales en distintos municipios de mi castigada patria chica. Entre ese nuevo factor transformador contra natura de mi católica tierra catalana, y las minorías, igualmente foráneas, surgidas del cinturón industrial de Barcelona (que no de la Cataluña histórica), se está logrando el objetivo, enunciado por Gadafi y otros locos revanchistas, de afianzar la quinta columna de una futura UE islámica.
Me desmarco abiertamente de un Gobierno que se ha tornado en paladín del desacato a nuestra Ley Fundamental, y en adalid imparable del desmembramiento de España. Pero, por encima de todo, abomino de un Gobierno impresentable que osa retar a Dios, inventa el «bautismo civil» y nos hace preguntarnos sin cesar qué fuerza del Maligno lo mueve, qué suerte de masonería lo impulsa. No tengamos miedo, amigos míos, de hablar claro. Rechacemos de una vez el cobarde silencio de los corderos.    

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  27  de diciembre de 2010

Fe cristiana y fe democrática

25/12/2009

Esta reflexión es la de un cristiano demócrata. Quien no sea ambas cosas no podrá suscribirla, pero le conviene por lo menos leerla, dada la alta proporción de españoles que profesamos a un tiempo una y otra creencia.
Si iniciamos la meditación por nuestra fe religiosa, observaremos que la mayor parte de los cristianos no la supeditamos a la mayor o menor perfección de la práctica que hacemos de ella: reconocemos que nuestra Iglesia, esa «asamblea» católica formada por sacerdotes y seglares, ha desarrollado una misión civilizadora de valor incalculable, pero también ha errado hartas veces porque está construida con material humano. Las lamentables historias de los cismas, de la Inquisición o del reprobable comportamiento de algunos cristianos – de los Papas abajo – no nos han hecho perder la fe, porque entendemos que por encima de esa Iglesia está la doctrina de Jesús, y ésta es perfecta e incuestionable. Lo único imperfecto que pudiéramos encontrar en el mensaje que nos transmite el Evangelio, se debería, en todo caso, a enmiendas o corolarios añadidos a posteriori por el hombre. Que la Iglesia pidiera un día perdón por su condena a Galileo, o que lo pida en el futuro por otros errores más recientes, en nada debe hacernos cuestionar nuestra fe en Jesucristo, ni la bondad universal de su Palabra.
A este columnista le pegaron mucho algunos padres escolapios en su edad escolar, pero no por ello deja de reconocer las buenas enseñanzas que le inculcaron. No le pasó lo del escritor Javier Reverte, que niega la exisencia de Dios simple y llanamente porque – cito aquí sus palabras – «los curas me hicieron ateo a hostias». ¡Qué falta de discernimiento en un hombre tan inteligente! ¡Qué trágica incapacidad de disociar entre lo divino y lo humano!
Y si continuamos la elucubración y examinamos nuestra fe democrática, constataremos prácticamente lo mismo; es decir, que creemos en un sistema que consideramos el mejor para el gobierno de los pueblos, o cuando menos el menos malo, a pesar de que todavía no hayamos logrado ponerlo en práctica limpiamente. El sistema podría ser perfecto sobre el papel, pero es el hombre el culpable de las guerras devastadoras que bajo tal sistema se han desencadenado y de que el abismo entre ricos y pobres sea cada día más profundo. Y, no obstante, seguimos creyendo en la democracia y llamando reaccionarios a quienes no luchan por ella. Si un político contesta «hoy no toca» ante la pertinente pregunta de un periodista, un presidente del Gobierno se niega a informar al pueblo sobre el pago de un rescate, o un ex presidente comunitario rehusa admitir que favoreció con millones de euros a la empresa de su hija, el creyente democrático no abjura de su fe; sólo lamenta profundamente que el sistema haya sido una vez más burlado.
Conclusión: disponemos de códigos magníficos e inmejorables, pero no cumplimos sus reglamentos. No es posible aspirar a una auténtica solidaridad humana sin Jesús, ni a una verdadera democracia sin demócratas.

© 2009 José Romagosa Gironella

Artículo publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el 07/12/2009 «Puntos sobre las íes»

Mi querida España…

24/12/2009

Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra, asiste impasible al arrollador avance de una moda foránea que amenaza con destruir la españolísima y entrañable tradición de los Reyes Magos, la cual se está viendo atacada por un intruso inventado por la compañía Coca-Cola y promocionado por el gran Imperio de nuestro tiempo. Los entrañables Melchor, Gaspar y Baltasar de nuestra infancia están siendo arrinconados por un suplantador Santa Claus que ya ha logrado, de momento, que nuestros niños le llamen «Santa» con la misma familiaridad con la que se llama al yayo.
En esta avanzada fase de la invasión que estamos viviendo, nuestros Reyes Magos de siempre se ven ahora obligados a compartir con el advenedizo esa sagrada función que consiste en cumplir los sueños de nuestros niños; y es previsible que el proceso culmine, más pronto que tarde, con la derrota de nuestros mágicos héroes de toda la vida. Con un sentido de la oportunidad digno de mejor causa, las multinacionales se han montado al carro de la oficial línea laicista que en nuestro país padecemos y han llegado al extremo de hacer de nuestra antiquísima tradición motivo de chirigota. Una de ellas se ha permitido lanzar una burda campaña publicitaria en la que un antipático muñeco animado, «espía doble» de Santa Claus y de los Reyes Magos, llega a exclamar «¡Ay, cuando se enteren esos tres!», refiriéndose a los Reyes Magos y al cabreo que se llevarán cuando se enteren de lo que planea Movistar en apoyo de ese Santa Claus oriundo de Atlanta. Como si de bases aéreas se tratara, esa especie de michelín colorado se ha hecho fuerte por doquier, en aras de un mercado único más fácil de abastecer. Su red de bases, comerciales en este caso, abarca ya la totalidad de las «grandes superficies» del planeta, sin que nada puedan hacer para evitarlo nuestros Magos de Oriente de siempre (que son también de Portugal y de toda Iberoamérica), el Sint Niklaas de los Países Bajos (¡cuyo barco llegaba anualmente a Amsterdam desde España!), el Father Christmas de la rubia Albión, el igualmente tradicional Père Noël de los países francófonos, o la italianísima Befana. Santa Claus los está barriendo a todos con la fuerza arrolladora de la publicidad masiva y de la economía de mercado. Las nuevas bases no se llaman ahora Torrejón, o Subic Bay, sino Macy’s, Harrod’s, Laffayette, Rinascente, Corte Inglés, Chiado, Mitsukoshi, L’Innovation, Neckerman…
Mientras siento una gran vergüenza por nuestra docilidad oficial -y privada- en la cuna del imparable Santa Claus no deben de salir de su asombro al constatar cuán fácilmente se ha plegado el Viejo Mundo a sus inapelables designios. No hay duda de que donde hay patrón no manda marinero. Pongámonos todos la diestra sobre el pecho y gritemos al unísono: God bless America! 

© 2008 José Romagosa Gironella

Artículo publicado por el diario La Tribuna de Ciudad Real el 29/12/2008, «Puntos sobre las íes»

¡Buen provecho!

24/12/2009

Seguimos hablando de que el crecimiento económico se ha estancado y de la necesidad de recuperar los índices de hace unos años, sin darnos cuenta de que es precisamente ese crecimiento ilimitado el que nos ha impedido construir, a estas alturas del siglo XXI, ese mundo más justo y solidario que a la postre se ha quedado en mera utopía literaria.
De nuevo estamos en Navidad y constatamos que muchos ricos de antaño, aquellos que aún no han muerto, son hogaño mileuristas; y que los descendientes de aquellos que se creyeron desheredados acaparan hoy el poder político y por ende el económico. El mundo parece obedecer a una ley de turnos, no escrita, que da a distintos grupos la oportunidad de mandar, sentirse alguien por un día y pasar fatalmente a repetir, antes de caer, todos los errores históricos de la condición humana.
Pero en esta Navidad, en la que discutimos en Copenhague el futuro de nuestro planeta amenazado, hay un turno que sigue sin producirse; hay un inmenso grupo de población humana que allá abajo, en África, en América Latina, en el Sudeste Asiático, sigue sin alcanzar lo que sería su primera oportunidad no ya de mandar, ¡por Dios!, ni de decidir la más nimia de las cuestiones que el mundo tiene planteadas, sino de ser apenas dueño de su propio destino.
Estamos deslumbrados, a pesar de la crisis relativa que en Occidente sufrimos, por las iluminaciones navideñas, el repicar consumista de millares de jingle bells y los preparativos para la gran Fiesta del espíritu que hemos tornado en profana; y una vez más nos olvidamos de esos grupos formados por millones de hermanos nuestros sufrientes que jamás tuvieron una oportunidad. Nos olvidamos de la explotación que de sus gentes, pueblos y riquezas hemos venido realizando durante siglos, desde nuestro Norte avaricioso. Son magníficos, sin duda, los monumentos que exhibimos en Europa y en los demás países del mundo desarrollado, máxime en estos días en que los vemos iluminados por billones de kilovatios; pero olvidamos que los construimos con sangre de esclavos africanos y con riquezas arrancadas por la fuerza a esos pueblos que hoy llamamos Tercer Mundo.
Deberíamos avergonzarnos de lo que hemos hecho con nuestras conciencias; de que en esa rica ciudad de Copenhague estemos estos días debatiendo sobre la forma de luchar contra el cambio climático, a costa de los más pobres. Deseo que disfrutemos de los turrones en nuestro mundo rico, pero ante todo deseo que la leche de las madres del Tercer Mundo siga manando de sus pechos y que sus bebés, por lo menos ellos, dejen de morirse de hambre en Nochebuena.

© 2009 José Romagosa Gironella

Artículo publicado por el diario La Tribuna de Ciudad Real, el 14/12/2009

«EL QUIJOTE, RÍO DE AGUA VIVA»

24/12/2009

¡Feliz Navidad, …y PAZ!

«EL QUIJOTE , RÍO DE AGUA VIVA»


En el «Quijote» encontramos la fórmula para construir un mundo más justo, esto es: la preocupación por los más débiles, la defensa del amor, la libertad y la justicia. Es el gran mensaje de Cervantes a la sociedad positivista; al capitalismo desaforado de esta nueva edad de piedra, ebria de tecnología, que no alcanza a comprender la simplicísima verdad de que en la ayuda al desarrollo de los pueblos más pobres de la tierra se esconde su futuro.

 Es igualmente interesante advertir que los conceptos cristianos que brotan con fluidez del madurado espíritu del Autor, vienen a ser tan universalmente aceptados, a fuer de irrefutables, que ningún otro credo o cultura ha osado alzarse en alambrada ante la formidable expansión de una obra que se muestra a un tiempo ecuménica y revolucionaria. Ni aun aquellos regímenes que han propugnado el ateísmo, han puesto jamás traba alguna a la serena difusión de una obra que, cual bálsamo perfecto, carece de contraindicaciones.

Un gran actor anglosajón declaraba hace algún tiempo que el «Quijote» es el mejor regalo que España ha hecho al mundo. Manifestaciones como ésta deberían henchirnos de orgullo, máxime si las sumamos a mil encendidos elogios que las mentes más esclarecidas han venido dedicando a la inmortal novela a lo largo de cuatro siglos. No en vano la vemos hoy elevada, por sufragio universal, a un primerísimo lugar entre todas las obras que se han escrito, después de la Biblia. No obstante, son muy pocos los españoles que se han preocupado de leer el «Quijote» y demasiados los que por desconocer tan magna obra, la menosprecian; por no citar a quienes la leyeron pero no alcanzaron a comprenderla, ni se percataron de que el «Quijote» es también una suerte de «biblia»; pues no hay enseñanza posible que no halle su asiento en uno u otro pasaje de la obra, o parcela del humano proceder que no se glose en ella, a menudo con la agudeza de esa nueva forma de humor que Cervantes supo inventar. No es solamente el «Quijote» la obra adelantada de un modo de narrar, ni el texto cimero de la literatura universal: es, sobre todo, el más convincente tratado de Ética y de Moral. y si alcanza a serlo, débelo sin duda a la extraordinaria calidad humana de su autor -cuya biografía anticipa, en buena parte, la de su más célebre personaje -y a las hondas convicciones religiosas que aquél abrigaba.

El hispanista Havelock Ellis corrobora esta evidencia al descubrir en el «Quijote» una «autobiografía espiritual», y aun es más conciso René Moreau al afirmar que «don Quijote es Cervantes». Ni siquiera el paso del tiempo o los cambios en las costumbres han logrado restar vigencia a uno solo de los discursos, coloquios, consejas o arrebatos verbales de don Quijote que leemos hoy en la obra inmarcesible, los cuales están preñados de la idea de Dios. A lo largo de toda la novela constatamos la presencia de la palabra divina en el verbo humano de Cervantes y en las pláticas y ocurrencias del genial caballero atípico, usado como «alter ego», o testaferro.


Así, leemos en el discurso que pronuncia don Quijote sobre las armas y las letras, que «…las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo, y tuvieron los hombres, fueron las que dieron los Ángeles, la noche que fue nuestro día, cuando cantaron a los aires: Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad; y la salutación, que el mejor maestro del cielo y de la tierra enseñó a sus allegados, y favorecidos, fue decirles que cuando entraran en alguna casa, dijesen: Paz sea en esta casa. Y otras muchas veces les dijo: Mi paz os doy, mi paz os dejo, paz sea con vosotros; Bien como joya, y prenda dada, y dejada de tal mano, joya que sin ella en la tierra, ni en el cielo, puede haber bien alguno«


Este pasaje del «Quijote» (I-XXXVII), más propio de un texto sagrado que de una novela, vibra del espíritu de Cervantes y nos transporta en estos días navideños al Nacimiento de Cristo en Belén, permitiéndonos imaginar a don Quijote y su escudero envueltos en la noche mágica, camino del Portal, para darnos testimonio, también ellos, del Verbo hecho carne. «Palabra de Dios», decimos en la Misa tras escuchar las sagradas lecturas, como queriendo recalcar que no hay otra palabra que esté por encima de la de origen divino; pero luego, en saliendo del templo, nos olvidamos de aquélla y obramos como si jamás la hubiésemos escuchado. Mas he aquí que Cervantes, que no es precisamente un orate, sino hombre de su tiempo, con su bagaje de defectos y virtudes, tiene entre estas últimas la de no olvidarse ni un momento del Verbo.

De ahí que su gran novela contenga un mensaje ético-religioso de tal calado que la hace trascender el ámbito natural de las obras humanas, convirtiéndola en obra eterna, como si en su autor se verificara la promesa de Jesús: «El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva«. Don Miguel, que tampoco fue un pacato, viene a declarar, pluma y corazón en mano, que espera y confía en Dios; pero que al mismo tiempo le teme, con un temor cristiano -hoy periclitado- que no es miedo sino expresión de un sobrecogimiento cósmico ante la infinitud del Ser Supremo. «Spero lucem post tenebras», reza el lema del escudo de la portada del «Quijote», e incontables veces se apela en la novela -¡curiosa novela, en verdad! – a la misericordia , la voluntad o la gracia de un Dios próvido y clemente.

¡Que gran producción cinematográfica, jamás rodada, sería aquella que alcanzara a contar fielmente la apasionante historia de ese Manco de Lepanto en quien, como acertara a señalar Walter Starkie, encontramos a la verdadera España! La idea de Dios constituye un «leit motiv» en el «Quijote» y es precisamente esta presencia pertinaz la que confiere a la obra, cual anticipo de esa luz ansiada, su halo sobrehumano. No precisa Cervantes «bajar a Italia», como Goethe, para encontrar la luz, porque la descubre en su entusiasmo interior («enthusía», inspiración divina). Sorprende, por tanto, que seamos tan remisos en reconocerlo, como si por alguna razón o prejuicio mundano los cristianos temiésemos que alguien pudiera reírse en nuestras barbas por buscarle tres pies al gato; o que algún escritor clarividente, pongamos Rabinad, nos tilde de «demodés» por no haber comprendido, ¡ a estas alturas del siglo XXI!, que el componente moral sobra en toda novela.

¿Es acaso extravagante constatar la evidencia de que el «Quijote» no es tan solo un hecho estético, como algunos creen, sino que nos brinda de añadidura las claves y los argumentos mejor traídos para justipreciar toda suerte de conductas y situaciones? «Lo que nos muestra el «Quijote» -ha observado el autor José Carlos Somoza -«se parece tanto a nuestra propia vida como la mano izquierda a la derecha». Pero su virtud más sorprendente es esa fuerza misteriosa que nos transmite para huir de lo mezquino y convencional.

Todo y con esto, no puede dejar de admiramos esta amabilidad del «Quijote» en cualquier región del mundo, hasta en feudos de otras creencias, considerando la rotundidad sin ambages de su discurso cristiano. Bien al contrario de su ilustre coetáneo William Shakespeare, considerado como el menos moral de los escritores («the least moral of writers», en juicio de Philip Krapp) por no haber sentido la necesidad de proclamar lección moral alguna, Cervantes hace del «Quijote» un manantial inagotable de ideas edificantes.

Expresa don Miguel sus más íntimas creencias cada vez que sus personajes se ven, por ejemplo, en la necesidad de reforzar un aserto, como cuando pone en boca de ellos las exclamaciones «por el Dios que crióme. ..», «por el Dios que nos rige. ..» y
tantas otras de este tenor .

Su fe en el Ser que todo lo puede está presente, así mismo, en otro centenar de fórmulas pronunciadas en variedad de circunstancias en las que sus personajes impetran la ayuda divina. Todo lector atento del «Quijote» habrá de observar que tales expresiones distan de ser meras frases inertes o añadidos léxicos de los que el autor hubiera podido prescindir, pues nos delatan una clara voluntad de ir destilando grandes conceptos doctrinales a lo largo del texto. Podríamos aventurar que tales conceptos, al igual que ocurre con la profusión de sentencias y refranes que el Autor pone en boca de Sancho, forman parte inseparable del guión. como si don Miguel se hubiera propuesto regalarnos sabiduría por partida doble, para asegurarse de que todos, creyentes o no, la aprehendiésemos y pudiéramos aprovecharla.

Tan claramente se explica en el «Quijote» la bondad del mensaje de Cristo, y tan universal se muestra, que aun el lector más agnóstico podría llegar a convenir, con Voltaire, que si Dios no existiera habría que inventarlo.

Aquel ex alumno de López de Hoyos, que habría de ser soldado y hombre de acción antes que escritor, debió de ahondar en la idea de Dios a través de las vicisitudes sin cuento que le cupo vivir, en especial durante su largo cautiverio en los baños de Argel y en otras ocasiones en las que tuvo que verse privado de la libertad; y, ¿por qué no?, tal vez movido por la pesadumbre de saberse juzgado en su tiempo, según Santos Oliver, como una de las personas menos importantes de la nación.

¿Por qué no pensar que su tardía explosión de genio, la que parece surgir milagrosamente en el «Quijote», fue acaso la justa recompensa de lo Alto -de donde emana el don genial -por la probidad de sus intenciones cuando aun bullía en su mente el boceto de aquel libro destinado a ser el mejor obsequio de España a la Humanidad? ¿o quizás el premio por humillarse a declarar que su «estéril y mal cultivado ingenio» le había privado de componer el libro soñado: uno que «fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse» ?

Naturalmente que somos los lectores cristianos los más proclives a descubrir componentes de nuestra propia doctrina en la gran novela, y podrán acusarnos de subjetividad en nuestros juicios. ¿Cómo no ser subjetivos, si somos sujetos? , apostillaría Unamuno. y como tales sujetos (la entera tipología humana de nuestro país muéstrase en el «Quijote») creemos firmemente que aquel alcalaíno que llega a componer ese libro de sus sueños, ha querido condensar en él todos sus pensamientos de cristiano viejo; y en su afán de transmitírnoslos colmados llega al punto de no olvidarse siquiera del Maligno en el tintero. No ceja don Miguel de aconsejarnos que estemos alerta a sus asechanzas, incluso cuando venga de tapujo, o no hieda a piedra azufre: «Si a ti te parece, que ese demonio, que dices, huele a ámbar, o tu te engañas, o él quiere engañarte con hacer que no le tengas por demonio», advierte don Quijote a su escudero, casi iterando la segunda Epístola de Pablo a los Corintios («Satanás se disfraza de ángel de luz»).

Valoramos en la novela que cuando Cervantes-Quijote habla, lo hace siempre con el humanismo del derviche, con la benevolencia del viejo pecador apaciguado, y la sabiduría de un nuevo Ulises felizmente arribado a Ítaca.

Mal podría prever don Miguel que gran parte de la sociedad española acabaría pagándole con mezquindad su apoteósico y universal suceso, desdeñando la lectura de su incomparable obra. Lejos debió hallarse de intuir, así mismo, hasta qué punto habrían de cebarse en su persona envidiosos sin número, o de sospechar que todo un Lope de Vega, Fénix de los Ingenios para más agravio, llegaría a ensañarse con él y con su «Quijote» aun antes de publicarse oficialmente la primera edición de la obra («no hay poeta tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quijote», dejaría escrito en carta autógrafa). Luego aparecería el Quijote apócrifo, de aviesa y calculada intención, pero que – ¡ ironías del destino ! -serviría en cambio para provocar el alumbramiento de la auténtica «Segunda Parte del Ingenioso Cavallero Don Quixote de la Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su Primera
Parte», la cual jamás habría sido compuesta de no mediar el «Avellaneda». y quiso el destino que aquella Segunda Parte pudiese ver la luz poco antes de que el bueno de don Miguel, puesto ya el pie en el estribo, se dispusiera a emprender su ultimo y definitivo viaje.

Son estas fechas navideñas las más apropiadas para elevar nuestro agradecido recuerdo a ese español singular e irrepetible que, amén de depararnos placer, enseñanzas y honra a espuertas, supo transmitirnos su confortadora idea de lo trascendente.

© 2009 José Romagosa Gironella