Si algo tiene de intachable el sistema democrático, es su ley de la alternancia. Cuando el partido gobernante se quema, por incumplir sus promesas, gestionar sin eficacia, olvidar a Dios y a Montesquieu, y defraudar a sus votantes, se supone que otro, que en la Oposición habrá tenido tiempo de meditar sobre sus pasados errores y regenerarse, accederá al poder.
El fracaso del Gobierno Zapatero, y la frustración que ha causado en su electorado – y más aún, naturalmente, en quienes no lo votaron – aumenta las posibilidades de que el primer partido de la Oposición se alce con la victoria en los próximos comicios generales. Dada la crítica situación del país, el próximo turno de alternancia que se decidirá en las urnas constituye para los españoles una delicadísima apuesta. El nuevo gobierno que los españoles elijamos tendrá en esta ocasión la misión – histórica a decir verdad – de invertir las tendencias que hoy nos llevan al abismo. Tenemos que ser conscientes del hecho de que nunca, desde la Transición, vamos a jugarnos tanto.
Ante tan delicada coyuntura, la recuperación de la ética y la honradez se torna condición sine qua non para la salvación de España. No debería tratarse, esta vez, de elegir perros parecidos con distintos collares. Tendríamos que asegurarnos de que el grupo político aspirante llegara a los comicios «regenerado», es decir, sin sombra de esas corrupciones, cohechos y mentiras que hoy hacen inviable una sana vida política. Y, en cualquier caso, deberíamos exigir la creación de nuevos órganos de control, neutrales e implacables, que impidieran la aparición de esos vicios crónicos de la democracia. Porque es un hecho constatado que el poder corrompe, y que el poder excesivo corrompe excesivamente. Y ya es archisabido que son más los que ambicionan el poder para servirse, que los que aspiran a él para servir.
Siendo como es el PP el partido con más opciones para llegar a la Moncloa, a juzgar por las encuestas, debería aprovechar el forzoso tiempo de espera, que ha impuesto Zapatero, para hacer limpieza a fondo de su casa – «cueste lo que le cueste», que diría ZP – , y poder llegar a los comicios sin indeseables ni mangantes. Los contribuyentes agradecerían su valentía más que cualquier otra cosa.
Dicho con otras palabras: debería marcar distancias entre lo que ahora hay y lo que hay que ofrecer para el futuro; entre la desfachatez y la honorabilidad.
Puestos a soñar en un equipo honorable que de verdad gobierne para todos, uno piensa en un partido que no hiciera ascos a incluir, llegado el caso, a especialistas de otras cuerdas. Cuando el señor Zapatero, tardíamente, decide reunirse con una treintena de empresarios, expertos en la creación de empleo, uno se pregunta si un capitán de empresa excepcional, como el señor Ruiz-Mateos, habrá sido invitado.
Y es que no conozco otro emprendedor en nuestra castigada España, que haya logrado la proeza de crear veinte mil empleos, tras haber sido expropiado de un holding empresarial – el de la primera Rumasa – que venía dando trabajo a sesenta mil ciudadanos.
© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 29 de noviembre de 2010