Archive for the ‘Artísticos (Temas varios)’ category

La grata publicidad del Metro de Madrid

04/05/2010

Hace tiempo que abrigo la intención de redactar un elogio sobre ese spot televisivo del Metro de Madrid, en el que todos los usuarios se movilizan para atender rápida y solidariamente a una viajera que se pone de parto. Lamentablemente, ese anuncio, que era uno de los pocos que me agradaba ver, ha dejado de emitirse; y la línea agotadora de los spots de una entidad financiera especializada en carneros y trajes de novia, parecía haber vuelto a dominar el panorama publicitario de nuestro sufrido país. Mas he aquí que aquel hermoso anuncio del Metro de Madrid, acaba de ser sustituido por otro, tan grato a la contemplación como el anterior. En este nuevo spot se ve a un señor con su hijo pequeño en brazos que entra en un vagón del Metro. Es una hora muy temprana de la mañana y el niño se queja del madrugón. «Mamá» – le dice s su padre – «no me hace levantar tan pronto…». Y el padre, en un intento por distraer los  pensamientos del niño, se inventa la curiosa y eficaz historia de que los que viajan a esa hora en el suburbano son los encargados de poner en funcionamiento la ciudad. Un señor muy alto que entra en el vagón es el responsable de apagar las  farolas de las calles, y el que viaja con una planta de grandes dimensiones, el que se ocupa de poner en orden los jardines. El pequeño, entrando inteligentemente en el juego, hace saber a su padre que ese otro viajero que acaba de sentarse, el de la indumentaria estrafalaria, es el que coloca el reloj en la Puerta del Sol. La fantasía está servida y el niño ya se ha olvidado totalmente de lo temprano que es. ¡Qué facil es – y que difícil a un tiempo – ayudar a un hijo a crecer!  
Este anuncio me recuerda que un día, estando con el benjamín de mis nietos, éste pronunció una frase que se me antojó impropia de un niño. Dijo algo así como «esto no es coherente, abuelo…». Yo le espeté que no hablara como los adultos, al tiempo que le hacía el gesto de arrebatarle esas palabras de la boca y metérmelas figuradamente en el bolsillo. El pequeño se puso serio e introdujo su manita en mi bolsillo para «recuperar» sus palabras. Acto seguido, se dirigió a la abuela para denunciarle, en tono triunfador, que «el abu había querido quitarle unas palabras…pero no lo había conseguido…». Usted, lector, si aún no es abuelo, pensará que estoy gagá; pero nada de eso. Es maravilloso vivir este tipo de experiencias con esos renacuajos surrealistas que nos regala la edad. El creativo de ese nuevo anuncio del Metro de Madrid, debe de ser un abuelo, o un joven muy inteligente capaz de valorar las pequeñeces que engrandecen nuestra vida.
Ante la falta de talento que denotan una infinidad de anuncios machacones y vulgares, uno siente la necesidad de agradecer el excelente trabajo que realizan los responsables de la publicidad del Metro de Madrid. No siempre es lo frívolo ni lo superficial lo que más «vende». La humanidad de las cosas sencillas, el guiño afectuoso de un abuelo «Tarradellas» o una simple historia cotidiana del Metro de la gran ciudad pueden hacer de la publicidad un arte, y llevar a las más altas cotas cualquier imagen de marca.  

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  3 de mayo de 2010

 

Prólogo para el libro «Por las estelas del recuerdo», de Ana Moyano

06/02/2010

No sólo en el diario «Lanza», de Castilla-La Mancha hay ese «Rincón de Ana Moyano» que tanto nos agrada leer. Cuantos hemos tenido el privilegio de tratar a esta singular autora, sabemos que el espíritu que habita en ella – ¡y en su pluma! – también se ha labrado un hueco en nuestro corazón.

Sentimos que en un lugar recóndito de nuestro ser albergamos nuestro propio rincón de Ana Moyano. Tengo el pálpito, además, de que Ana es uno de esos seres humanos que no se ha cruzado en nuestras vidas porque sí; sino que Alguien la ha puesto en nuestro camino, generosamente, para hacérnoslo más grato. Buena samaritana, nos alarga su cuenco de agua viva para que bebiendo de él volvamos a sentir emociones que creíamos agotadas y nos detengamos a considerar que «todas las personas mayores primero fuimos niños».

El compendio de cuentos que Ana me ha pasado para que lo prologue, me ha parecido, de un lado, una bellísima partitura musical. No en vano «Por las estelas del recuerdo» – que este es el título de la obra que ahora, amigo lector, tienes en las manos – es el fruto natural de una sensitiva escritora que tiene en la música, en la enseñanza del violín para ser más preciso, su gran pasión. De otro lado, y a pesar de que los cuentos de esta recopilación han sido compuestos en prosa, he tenido la sensación de estar leyendo poesía.

Este nuevo libro constituye un caleidoscopio de recuerdos que podrán coincidir, en mayor o menor medida, con las vivencias que muchos de sus futuros lectores conservan en el desván de su memoria. Es un libro que hará reflexionar al lector sobre la injusticia – cuando no la crueldad – que ha presidido nuestra reciente convivencia; sobre la fragilidad de nuestros sueños y la necesidad de que los seres humanos lleguemos un día a tratarnos como verdaderos hermanos: sin egoísmos ni indiferencia. Trátase en él de historias pequeñas, cotidianas, casi siempre de ambiente rural; pero de notable enjundia para quien opte por analizarlas desde un punto de vista filosófico. El innecesario daño a terceros, el sufrimiento, e incluso la tragedia – esta es la reflexión que Ana nos sugiere – son lacras que a menudo podríamos evitar. No se juzgan en el libro las situaciones, pero sí se dan en él todas las claves para que el lector pueda juzgarlas.

En este sentido, no sólo nos hallamos ante una obra de verdadero interés literario – apasionante y bella narrativa – sino también ante una vasta selección de edificantes estudios psicológicos que reclama, como en un juego interactivo, la participación del lector.

Otro aspecto interesante de la obra es que la autora, aparentemente, se ha limitado a narrar, sin más. Su sabiduría, no obstante, se ha ido infiltrando, como quien no quiere la cosa, en todos y cada uno de sus cuentos, emparentándolos así con los de Saint Exupèry.

Una célebre novelista declaró hace algún tiempo que siempre rechazaría el concepto de «literatura femenina» en la que el entrevistador pretendía encasillarla, mientras no se demostrara que hay literaturas de altos y bajos, de rubios y morenos. Pues bien, este libro de Ana Moyano sólo podría haber sido escrito, en mi modesta opinión, por una mujer. Sería impensable identificar con la de un varón esa voz amorosa, de suave acento, que escuchamos entre líneas mientras leemos. La angustia del desengaño; la tragedia de un hijo que nunca tendrá padre; la vida, sin clemencia, que arruina los sueños… y tantas otras historias que saboreamos en el libro, sólo podrían deberse a la pluma de una mujer.

De una mujer exquisita que acaricia con la palabra – eco de otra que escuchamos en la niñez – y que nos devuelve el paraíso, injusto también por privilegiado, de mil besos nocturnos en nuestra frente.

Prólogo para el libro «Por las estelas del recuerdo», de Ana Moyano, publicado en el año 2004 (Caja Rural de Ciudad Real) 
 
© 2004  José Romagosa Gironella

Presentación del libro «Días de Flores en Desatino», de la poetisa Nieves Fernández Rodríguez.

06/02/2010

Presentar la obra de un poeta es ardua tarea para quien no lo es en el sentido estricto de la palabra, o, dicho directamente, para quien no sabe escribir un verso. Pero se torna en un coser y cantar para quien, como es mi caso, no alcanza a componer ese verso pero descubre poesía por todas partes, y a todas horas, en la Naturaleza, en la Amistad y en tantas otras cosas que la vida nos regala. Siempre recuerdo un pensamiento que escuché en cierta ocasión y que me hizo mella: que el buen Dios puede ofenderse si pasamos junto al «color púrpura» sin conmovernos. Desde entonces, puedo asegurároslo, entre todos mis pecados, que han sido muchos, no he cometido éste.
 
El libro de poemas «Días de Flores en Desatino», de la poetisa manchega Nieves Fernández, que hoy tengo el honor de presentar, no sólo me parece muy atinado, sino también sinónimo de ese color púrpura que tanto admiro y respeto; de ese magnífico presente que nos ha sido dado – el conjunto inmenso de la Creación, con sus luces y sus sombras, y su inagotable poesía inherente – ante el que a menudo pasamos distraidos. Es sinónimo, así mismo, de los sentimientos amargos que la vida, nuestra harto misteriosa e inexplicable vida, nos permite acumular para que maduremos y podamos comprender. «Días de Flores en Desatino», de esta interesante mujer que está sentada a mi lado, es – porque no podría ser otra cosa ni cabe otra explicación – el extracto destilado de toda la belleza y la bondad, y también de cierta amargura o tristeza que habitan, o han habitado en ella.
 
Aunque yo,como ya he dicho, no se hacer versos, sí he sabido hacer míos, cuando ha sido menester, los que algunos poetas compusieron; y es fácil adivinar qué contestaría a Nieves si un día, hipotéticamente, me preguntara, «fijando en mi mirada su pupila azul» – o castaña : «¿qué es Poesía?».
 
El libro de esta poetisa, unas veces autobiográfico y otras no, refleja siempre el sufrimiento: la soledad de los demás es también la suya. Sus versos son los de millones de mujeres conmovidas por el dolor ajeno que no tuvieron la facilidad de escribirlos; o de millones de hombres incapaces, como yo, de hacerlo. Sus poemas están repletos de fotos fijas, de color sepia, que nos descubren esas ausencias y lacerantes desencuentros que la autora denomina «los días sin flores que siempre han de llegar». Hay mucho sentimiento en esas estrofas que nos hacen nudos en el corazón. Como cuando nos hablan del limpiabotas sin barro…, de aquel campesino – su padre – que no había visto nunca el mar…; o bien, de esas sábanas que ya no huelen a espuma de afeitar…, o, de aquel mantel sin vino…
 
La propia autora me ha confesado que son poemas, estos de su nueva compilación, escritos hace algún tiempo, tal vez diez años atrás, y que hoy es más optimista. Y yo me alegro porque pienso, con León Felipe, que no deben hacernos callos las cosas en el alma ni en el cuerpo; si bien reconozco que es algo casi imposible de lograr en este tiempo acelerado que nos ha tocado vivir.
 
Otra joven mujer, que por cierto está hoy aquí, también me ha confesado (desde que peino canas, son muchas las mujeres que se acercan a mi…; pero, ¡ay!, sólo para confesarse) que se ha hartado de llorar con los versos de Nieves Fernández, que es su forma de decir que se ha saciado de ingerir su alimento preferido. Nieves, con estos versos limpios y frescos que evocan su propio nombre, ayuda a muchos, estoy convencido de ello, a iluminar los momentos grises de sus vidas y de sus noches; que éste es el supremo valor y la máxima utilidad de la buena poesía, es decir, de la poesía sin más, porque la mala no lo es.
 
Sus versos son como ideogramas que se nos quedan clavados para siempre, cual alfileres. He aquí uno de ellos, tan simple en apariencia, pero que retumba en nuestras entrañas como una carga de profundidad: «Su cumpleaños, / dos tartas, / dos fiestas…», idea que ya no dejaremos de asociar a esas celebraciones mutiladas, incompletas, casi forzadas, de toda familia rota…
 
Nieves, poetisa nata, ganadora de más premios que poesías tiene escritas, es célebre en Ciudad Real – y fuera de ella – como animadora a la lectura. Su objetivo, bien contrario a lo que acaba de declarar un falso profeta de la literatura, es lograr que la lectura sea un juego apasionante para sus privilegiados alumnos. Ella sí cree que hay que fomentar el hábito de leer en los más jóvenes, como medio para hacerles más libres, comprensivos, tolerantes y poseedores en el futuro de un mejor criterio. Lleva ya muchos años esparciendo amorosamente este grano de mostaza; y la mera constatación de los frutos que ya está cosechando tiene que alegrarle la vida, tanto como se la alegran sus dos hijos y José Manuel, su esposo, «el mejor secretario que podría desear», según me ha confesado. ¿Lo véis?, siempre, y únicamente, la confesión.
 
Todo ello le compensa, digo yo, de esa tristeza que siente al contemplar lo que ella llama «el globo azul», este planeta en el que vivimos, al cual – como se empeña en diagnosticar – «le ha llegado la noche». El lector, estremecido, odia esta profecía, y también odia, pero sólo por una milésima de segundo, a la autora de un aviso que pudiera ser verdad. Claro que, inmediatamente, vuelve a amarla, porque, amigos, como todos sabéis, Nieves es el arquetipo de la mujer amable, es decir, digna de ser amada; que se deja querer y que, en definitiva, nos pide a gritos en sus versos que la queramos.
 
Tras éste, mi sincero sicoanálisis, termino inclinándome con respeto y admiración ante esta poetisa manchega, femenina y sensible donde las haya, la cual, según creo y afirmo, encarna mejor que nadie esa «Mancha-Mujer» a la que me encanta referirme; porque hace veinte años que me tiene cautivado.»

Presentación del libro «Días de Flores en Desatino», de la poetisa Nieves Fernández Rodríguez.
Intervención de Pepe Romagosa, Presidente de la Asociación Cultural «Ciudad Real Quijote 2000». – Salón de Actos de Unicaja, Ciudad Real, 25 de Octubre de 2002.
© 2002  José Romagosa Gironella

Poetisa

31/01/2010

La columna de hoy va dedicada a esa bella palabra – «poetisa» – que parece haber caído en desgracia. Y ello sucede, paradójicamente, cuando la sociedad en general y la mujer en particular se aplica concienzudamente en la acuñación de nuevos nombres de género femenino: concejala, ministra, médica, arquitecta, etcétera. Comenté días atrás el fenómeno con dos mujeres que cultivan este difícil arte de la poesía, y ambas, con las cuales hablé por separado, coincidieron en el parecer de que el nombre «poetisa» es horrible y malsonante, así como en su firme declaración de que prefieren ser reconocidas como «poetas». Curiosamente, tampoco la palabra «sacerdotisa» parecía gustarles por su fonética parecida a «pitonisa».
 
En el «Diccionario de Dudas de la Lengua Española», de Manuel Seco (1970), leo, junto a la voz «Poetisa», estos comentarios: «Femenino de poeta. Existe hoy la tendencia – quizá sólo moda – de evitar el nombre poetisa porque se le supone evocador de la cursilería de muchas cultivadoras de la poesía; y cuando se quiere designar, ensalzándola, a una de éstas, se la llama con el nombre masculino, poeta». Y continuo leyendo la cita que incluye a continuación sobre unas declaraciones de Dámaso Alonso al respecto: «A las mujeres españolas que escriben hoy en verso parece que no les gusta que se las llame poetisas: se suelen llamar, entre sí, poetas. Habrá, sin embargo, que rehabilitar la palabra poetisa: es compacta y cómoda».
 
Según lo transcrito, diríase que la actual aversión de las poetisas a ser llamadas por este nombre, no es tan nueva. En cualquier caso, ahora me explico por qué en ningún poemario de grupos literarios mayoritariamente femeninos pueda encontrarse la palabra «poetisa». ¿Qué decidirá la Real Academia?

© 2003  José Romagosa Gironella
“Puntos sobre las íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 3 de noviembre de 2003

A cien años de Jiménez Aranda

30/01/2010

Unos llevan la fama y otros cardan la lana. Podríamos aplicar este dicho al gran pintor sevillano, José Jiménez Aranda, fallecido en 1903 y eclipsado, como tantos otros ilustradores del «Quijote», por la celebridad de un Gustavo Doré que ha venido ostentando el cetro como ilustrador de la gran novela de Cervantes, desde 1862. En efecto, Doré se llevó la fama y a Jiménez Aranda le tocó cardar la lana, al igual que a muchos otros creadores plásticos de su época: Moreno Carbonero, Nanteuil, Smirke, Madrazo, Espalter, Puiggarí o Pellicer. Pero el caso de Jiménez Aranda es particularmente digno de mención por haber realizado la obra pictórica más extensa – y una de las de más calidad artística – sobre esa fábula universal del Caballero de la Triste Figura.
Prácticamente toda su obra pictórica dedicada al «Quijote» – 689 láminas – vinieron magníficamente reproducidas en la célebre edición llamada «Quijote del Centenario», que desde el punto de vista artístico constituye, según consta en el «Catálogo de la Primera Exposición Bibliográfica Cervantina» (Biblioteca Nacional, Octubre 1947), «el más valioso intento de expresión gráfica del Quijote». La citada edición (José Blass, Madrid, 1905) forma hoy parte del fondo bibliográfico del Museo del Quijote, de Ciudad Real, merced a la donación realizada en 1998 por el autor de estas líneas. La obra de Jiménez Aranda viene complementada en dicha edición con otras láminas de Sorolla, Moreno Carbonero, Alpériz, Bilbao, García Ramos, Sala y Villegas, Luis (hermano de José Jiménez Aranda) y López Cabrera. La edición consta de 4 tomos de texto y 4 de láminas. «La parte tipográfica» – leemos en el citado Catálogo – «sólo elogios merece; admirablemente impresa, en tipos grandes y claros y en magnífico papel verjurado». Se hicieron dos tiradas en distinto papel.
 
Sirvan estas líneas de homenaje a un artista español singular que dedicó buena parte de su vida a ilustrar esa obra máxima de la literatura universal cuya primera publicación en Madrid, en 1605, estamos ya conmemorando. No sería justo que nos olvidásemos de tan importante pintor, compatriota nuestro, precisamente en este año 2003 en que se cumple un siglo de su muerte, o que se nos pasara elevar siquiera una oración por su merecido y eterno descanso.
 

© 2003  José Romagosa Gironella
Publicado en “Lanza, Diario de La Mancha” el día 21 de diciembre de 2003

Reflexiones del día después

14/01/2010

Atrás nos han quedado, un año más, las celebraciones de la Semana Santa. Momento propicio para hacer balance y ejercitar, ahora sí, la memoria histórica del acontecimiento más grandioso y trascendental que han visto los siglos. Satisface constatar el creciente esfuerzo que realizan las cofradías para recuperar pasos e imágenes desaparecidas durante nuestra guerra fraticida, así como el incremento que experimentan las Semanas Santas de nuestras ciudades y pueblos en lo que a asistencia de público devoto se refiere.
Por desgracia, millares de representaciones artísticas realizadas por los grandes imagineros españoles, se perdieron para siempre y jamás volveremos a admirarlas. El incomparable acervo constituido por irrepetibles tallas de Berruguete, Salzillo, Juan de Juni, o Diego Silóe, fue hurtado a las generaciones posteriores a aquella contienda, al igual que un sinnúmero de pasos de Martínez Montañés, Juan de Mesa, Gregorio Fernández y tantos otros inspirados artistas de siglos pasados. ¿Qué sentido tuvo aquella furia destructiva? ¿Y qué sentido ha tenido este año el robo – presunto, naturalmente – de esas cuarenta armaduras de centuriones romanos que ha sufrido una antigua cofradía de Chinchilla?
La celebración de la Semana de Pasión cuenta cada día con más cofrades, costaleros y penitentes. Es éste un claro signo de que el proceso de secularización de la sociedad, por el que algunos luchan con un afán digno de mejor causa, no surte el perseguido efecto. Por fortuna en este caso, el sentimiento cristiano sigue siendo infinitamente más poderoso, incluso en el ámbito de los más jóvenes. Y ello tiene un doble mérito si consideramos las barbaridades que ciertos grupos del sector público han venido consintiendo, cuando no instigando, en estos días santos. Me refiero, por ejemplo, al grave insulto que significa para la generalidad de la población castellano-manchega, que en la madrugada del Sábado Santo, mientras la mayor parte de los canales de televisión retransmitían procesiones y multitudinarios actos religiosos, alguna de ellas siguiera emitiendo películas pornográficas, o programas de chistosos especialmente dedicados a hacer mofa (hasta cuesta transcribirlo) del Santo Padre, de la Santísima Virgen, y del mismo Jesucristo.
Uno de estos imprudentes – que ni sabe uno qué nombre darles – llegó al extremo de inventarse una Santa Cena en el que Jesús prepara un guiso de angulas. Por descuido, el plato se derrama en el suelo y el «humorista» pronuncia esta burda exclamación: «¡No me dirán ustedes que no es para matarlo!» Pero lo más triste del caso fue que el público del plató aplaudió con todas sus fuerzas.
España, amigos lectores, no llegará a ser nada mientras nosotros, los ciudadanos, no logremos formarnos un criterio propio. Ni siquiera nuestro voto democrático valdrá para mucho si no escapamos de ese absurdo borreguismo en el que algunos nos quieren reclutar. Los creyentes, como me he permitido expresar en otras ocasiones, somos la verdadera mayoría en nuestro país, y no es lógico que tan amplio colectivo se deje manipular por una caterva de patanes impresentables, ni que lo hagan sin presentar la menor queja o contraponer el más mínimo abucheo. No parece lógico ni coherente que les sigamos el juego.

© 2009  José Romagosa Gironella
“Puntos sobre las íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 13 de abril de 2009