Aún no estamos en tiempo de elecciones, pero las malandanzas de nuestros gobernantes nos llevan a desear a diario que se convoquen cuanto antes. Es muy triste constatar la progresiva degradación de la función pública, y ese indigno «todo vale» que ha pasado a ser la tónica de nuestros políticos en el poder. Nunca nos habían parecido tan largos a los españoles los cuatro años que separan unos comicios de otros. Aunque se lo hayamos hecho saber por activa y por pasiva, el líder que democráticamente elegimos sigue haciendo oídos sordos a las exigencias de elecciones anticipadas por las que viene clamando la mayoría de los ciudadanos. Sigue sin querer enterarse de que en el alto porcentaje de españoles que censuran su actuación, se incluyen varios millones de electores desengañados que no hace mucho le votaron. En cualquier país verdaderamente democrático, un líder tan ampliamente contestado como el señor Rodríguez Zapatero habría optado por dejar hablar de nuevo a las urnas. Pero ya todos hemos descubierto, porque él mismo nos lo ha puesto de manifiesto hasta la saciedad, que en esta España que él preside la democracia es un tongo.
¿Qué se podía esperar de un político de nula formación humanística que, despreciando olímpicamente la excelencia, ha insistido en rodearse de amiguetes mediocres? ¿Qué podía esperarse de alguien que desde su más tierna juventud ha vivido únicamente de cargos públicos y carece, por tanto, de la más mínima experiencia en el campo profesional privado?
Hablemos con quien hablemos, en la oficina o el bar, en la fábrica o en la calle, ya no hay un españolito que no critique abiertamente a este ínclito señor y sus prácticas perniciosas. Ante tan insólita situación, un servidor se pregunta, atónito, ¿dónde está el pueblo ‘soberano’?, ¿dónde la Constitución?, ¿dónde el pobre Montesquieu?
Ya habíamos asistido al escandaloso desacato de la sentencia del TC en el tema del estatuto catalán, y a la claudicación ante el PNV a cambio de la aprobación de los Presupuestos del Estado; pero nos faltaba presenciar el incestuoso alumbramiento de un oscuro sindicalista para la cartera de Trabajo, y la cesión, harto preocupante, de importantísimos poderes – vicepresidencia 1ª, cartera de Interior y Portavocía del Ejecutivo – a un siempre sinuoso, y ahora todopoderoso Rubalcaba.
Ante lo que estamos viviendo, se tiene la sensación de que la política española se parece cada día más a una vulgar partida de póquer; y nuestra sufrida España, a un inmenso casino en el que se juega su futuro. Las cartas que – según se nos decía – iban a llevarnos a las más altas cotas, han demostrado ser muy malas (cuando no marcadas), y ahora, estrenada una baraja nueva, se nos promete lo mismo. Pero este juego, al que algunos atribuyen connotaciones científicas, es un mero juego de azar. Y España es mucho país para que pueda enderezarse con un simple golpe de suerte.
Vaya tela.
© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 25 de octubre de 2010