Archivo de abril 2010

«Estirón de orejas» a don Luis del Val

27/04/2010

Le ruego la publicación de la presente carta, ya que tiene por objeto enmendar cariñosamente la plana a don Luis del Val, respecto a la columna que publicó en este diario el pasado 16 de abril, bajo el título «Islamistas Españoles». Empezaré rogando al ilustre periodista que no dude en corregirme y regañarme cuando, como a todos nos puede ocurrir, meta cualquier día el cuezo como él lo ha metido en su citado artículo. Y seguiré para puntualizar que su error estriba en la falsa noticia que da a los lectores de que no hay iglesias cristianas en los países musulmanes en los que manda el Islam. Tal afirmación, por ser de todo punto inexacta, reclama que alguien la corrija de inmediato. Un servidor, que ha viajado bastante por esos países, ha podido asistir a misa dominical en Rabat y Casablanca, y hasta a una inolvidable «misa del gallo» en Marrakech; y también ha tenido ocasión de conversar, por motivos periodísticos, con el párroco de la iglesia católica de Dahkla (Sahara hoy ocupado por Marruecos) y con el obispo de la catedral católica de Saint Louis, en Senegal. Y aunque no haya entrado en ellas, ha visto iglesias cristianas en prácticamente todos los países musulmanes visitados, tanto en África como en Medio Oriente y Asia. Me atrevería a asegurar que en la mayoría de países islámicos existen, debidamente autorizadas, iglesias de nuestra religión. Obviamente, no es este el caso del Afganistán de nuestros días, ni el de una docena de países que en una u otra medida dificultan, persiguen o directamente prohíben los actos de culto cristianos, o penalizan su labor proselitista. La delicadeza del asunto que don Luis del Val toca en su columna, exige que nos atengamos a hechos constatados. Lo contrario sería demagogia. Y callarse ante la involuntaria imprecisión de un tercero, en asunto como éste, también. Me falta ahora leer (primero tendré que comprarlo) ese libro – «Islam, visión crítica» – de Enrique Diego, que el señor de Val cita en su interesante columna, como si de algún modo lo aprobara.

© 2010 José Romagosa Gironella

Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  25 de abril de 2010, sección «Cartas al Director».

Mea maxima culpa

27/04/2010

La asociación cultural «Ciudad Real Quijote 2000», de la que este columnista forma parte, celebró el pasado Día del Libro su tradicional homenaje ante la ciudadrealeña estatua de Cervantes. También se efectuaron las consabidas lecturas y, como todos los años, se procedió a depositar una corona de laurel a los pies de dicha estatua; y un hermoso ramo de flores en el pedestal de la escultura ecuestre de Don Quijote, en la vecina Plaza del Pilar. El problema surgió cuando un servidor se percató de que las cinco palomas, a las que estaba previsto dar suelta al término del acto, se habían quedado olvidadas, dentro de una preciosa cesta de mimbre, en la cochera de su casa en Peralvillo. ¡Con lo que había costado conseguirlas este año de crisis, sin tener que pagar los sesenta euros que en años anteriores se tuvieron que abonar a un sacristán colombófilo de la capital! ¡Con lo mucho que se había esforzado el peralvillero Santiago Trujillo para escogerlas por la noche en su palomar, entre las más blancas, y donarlas generosamente para el cervantino acto de marras!   

Hubo que informar a los medios de comunicación allí presentes de lo ocurrido, para su puntual conocimiento de que la suelta de palomas tendría que realizarse este año «en espíritu», como así, efectivamente, se hizo.  Ello ha permitido que un diario reseñara que las palomas «ni mucho menos llegaron con puntualidad suiza…»; otro, que «cinco palomas, una por provincia de la región, fueron soltadas en la Plaza de Cervantes»; y que un tercero silenciara totalmente la «suelta». Bien mirado, todos ellos trataron correctamente la información o, cuando menos, veraz o caritativamente, porque lo espiritual – incluso en los tiempos que corren y por mucho que algunos se empeñen en negarlo – es tan tangible como lo material.

Y un servidor se lo agradece, aunque su reconocimiento no implica que se crea absuelto del monumental descuido cometido. Por ello, el culpable del desaguisado se complace en informar de que aquella suelta de palomas, que alguien pudo considerar frustrada, se produjo «de nuevo» por la noche de aquel mismo Día del Libro en un palomar improvisado a orillas del Bañuelos, al objeto de que esas aves procreen y puedan asegurar el suministro (gratuito, naturalmente, porque esta crisis no es de un día) de los cinco ejemplares anuales que nos seguirán faltando para homenajes sucesivos.

Un servidor entona su más sincero mea culpa por su olvido de unas palomas, y hace votos para que no toque a otros entonarlo por la posible desaparición de una Asociación Cultural de la que esta «Tierra de Don Quijote» y sus instituciones parecen haberse olvidado.

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  26 de abril de 2010

«Il Massacro di Katyn») («Las Fosas de Katyn»)

25/04/2010

De Joseph Mackiewizc,243 págs., traducido por Pepe Romagosa  a los 21 años (Edic. Paulinas, Barcelona, 1957).

«Silenzio che redime» («Silencio que redime»)

25/04/2010

 De Guy Wirta, 222 págs., traducido por Pepe Romagosa a los 20 años (Edic. Paulinas, Barcelona,1956)

«Sorriso Materno» («Sonrisa Maternal»)

25/04/2010

De Silvio Serra, 205 págs., traducido por Pepe Romagosa a los 20 años (Edic.Paulinas, Barcelona, 1956).

«Piccolo Raggio» («Rayito»)

25/04/2010

De R. Uggoccioni, 169 págs., traducido por Pepe Romagosa a los 19 años de edad (Edic.Paulinas, Barcelona, 1955)

Comprarlo

«Guerracivilismo»

20/04/2010

El historiador Giuliano Bonfante, estudioso de los pueblos ibéricos, constataba, en 1965, que si bien españoles y portugueses compartimos ciertas características, tales como la ausencia de prejuicios raciales y la facilidad de adaptarnos a diversos climas, existen importantes diferencias entre nosotros. Mientras los portugueses – observaba – se han labrado justa fama de flexibles y dialogantes, los españoles son en extremo orgullosos y están siempre dispuestos a reaccionar violentamente ante cualquier agravio. 
Podríamos apostillar que nuestra cruenta guerra civil en la segunda parte de los años 30, y la pacífica «revolución de los claveles», de abril del 74, ofrecen el mejor ejemplo de aquellas diferencias. Tal vez con menos orgullo y con algo más de mano izquierda, habríamos podido evitar aquella guerra fraticida y los estrepitosos desastres que España tuvo que sufrir, unas décadas atrás, en Cuba, Filipinas y Norte de África. 
Ya en pleno siglo XXI, y viviendo bajo una Constitución democrática que ha cumplido treinta y un años, un servidor se declara incapaz de entender que alguien siga identificándose con uno u otro de los bandos que en aquella guerra demencial se enfrentaron a degüello, y sigue adhiriéndose al criterio que en 2005 defendiera don Gabriel Cardona, profesor de Historia en la Universidad de Barcelona, en el sentido de que (sic) «no sólo existían dos Españas en aquellos años, porque había una tercera y mayoritaria España que nunca se habría lanzado al cuello de sus enemigos; que sólo quería vivir, pero que fue arrasada por la guerra, la revolución y las diversas represiones».
El propio léxico de nuestro idioma es sintomático. La mayor parte de vocablos y términos que tienen que ver con la crueldad, la guerra, o las acciones desestabilizadoras, son de origen español: garrote vil, quinta columna, golpe, pronunciamiento, guerrilla, pucherazo, generalísimo, junta militar, semana trágica, etcétera. ¡Qué triste palmarés! No obstante, seguimos inventando términos enemigos de la buena convivencia, que, más tarde, como ocurre con los ya citados, pasarán a utilizarse como españolismos en todas las demás lenguas.
El último término acuñado – «guerracivilismo» – ya se ha convertido en nueva arma arrojadiza de usos múltiples. ¿Cuándo abandonarán la escena los políticos inservibles, esos que reavivan la involutiva idea de las dos Españas de Larra, y veremos aparecer en ella eficaces gestores sin soberbia, capaces de devolvernos la esperanza?

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  19 de abril de 2010

El idioma y las meninges

17/04/2010

El idioma y la mente tienen en común que los humanos sólo utilizamos una mínima parte de su inmenso potencial. Respecto al cerebro, aseguran los expertos que apenas aprovechamos el tres por ciento de su capacidad; y en cuanto al idioma, es evidente que el uso extremamente restringido que hacemos de él, o el directamente incorrecto, limita nuestras funciones cognitivas y discursivas. La consecuencia de ello no es otra que un razonamiento deficiente, falto de rigor semántico, y su inevitable secuela: una dificultad añadida a la hora de comunicarnos y entendernos. De aquí que las sociedades más cultas, aquellas que mejor uso han conseguido hacer del pensamiento y del lenguaje, sean las que han alcanzado un mayor grado de convivencia, organización y, en general, de desarrollo humano.
Como país poco distinguido por el hábito de la introspección – situación tal vez debida al clima y a nuestro extrovertido estilo de vida – España es una de las naciones que más maltrata su idioma. Comparándolo con Francia, o Inglaterra, defensoras a ultranza de sus respectivas lenguas, nuestro país sobresale por la nula protección que la lengua española recibe de sus instancias oficiales. Multitud de bustos parlantes lo ponen de manifiesto a diario, a través, sobre todo, de los medios de comunicación.
Es posible oír, de boca de un presentador de televisión (Protagonistas), una expresión como ésta: «….(fulanito) no se atiende a las consecuencias…», donde el verbo «atender» suplanta al reflexivo «atenerse». O a una terapeuta televisiva advirtiéndonos que una mala postura ante el ordenador puede acarrearnos malformaciones «congénitas». (Nunca habríamos supuesto que los efectos de una mala posición pudieran ser tan retroactivos). Nada nos sorprende ya que toda una ministra de Cultura nos diga que ha sido cocinera antes que «fraila», que el español está lleno de «anglicanismos», o que «el Rocío es la explosión de la primavera en el Mediterráneo». Tampoco nos altera escuchar a un maestro de Segunda Enseñanza que, hablando de los problemas de la educación, incurre en inaceptables dequeismos, o repite cuatro veces el adjetivo «importante» en su intervención de diez segundos.
El prolífico novelista Arturo Pérez Reverte ha señalado que «los españoles no tienen la culpa de ser incultos, o no la han tenido hasta ahora». Se refiere a que antaño sólo podían estudiar los hijos de familias acomodadas, mientras que hoy, con la enseñanza gratuita, la cultura está al alcance de todos. El problema es que ahora son pocos los que verdaderamente quieren estudiar. La cultura del esfuerzo feneció cuando empezamos a creernos ricos, y la búsqueda de la excelencia se está viendo sustituida por el culto a la mediocridad. Llegar a ser funcionario es, lamentablemente, el sueño dorado de la inmensa mayoría de nuestros universitarios. Y pocos nos atrevemos a reconocer que Jauja ha pasado a la Historia y que un 30 por ciento de fracaso escolar es un problema tan grave como el 20 por ciento de paro, porque vamos a precisar gente muy bien formada para deshacer tanto entuerto. 

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  12 de abril de 2010

Carta a un niño que nunca nació

17/04/2010

Las noches de Semana Santa, y estos días de abril que ya van oliendo a libro, son propicios para releer alguna de esas obras que un día nos conmovieron. Al regresar a sus páginas con unos años más a la espalda, comprendemos el acierto de aquel impulso que nos movió a guardarlos. Esta vez le ha llegado el turno a un opúsculo de Oriana Fallaci, cuyo título, curiosamente, coincide con el de esta columna. Mientras el libro reposaba en mi librería, han pasado muchas cosas. Un servidor es tres décadas mas viejo, una cruel ley del aborto ha sido promulgada en mi país, y la célebre periodista italiana, su autora, ha fallecido. Escrito a lápiz en su página en blanco de respeto, leo: «9-8-82, vuelo Madrid-Nueva York». En efecto, recuerdo haberlo comprado ese día en un quiosco de prensa de Barajas, y, en particular, las horas que pasé leyéndolo, absorto, en aquel pájaro metálico. Conseguí en esa ocasión no adquirir uno de esos infumables best sellers que tantos viajes me habían arruinado. Y fiel a mi incorregible costumbre de poner notas en los libros, escribo, debajo de la antigua anotación, este dato que consigo en Internet: «Oriana Fallaci falleció en Florencia, su ciudad natal, el 13 de septiembre de 2006, víctima de cáncer». Influido por los benéficos mensajes aprehendidos de esta última Semana de Pasión, y sobre todo por sus palabras cruciales -Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida- esta última lectura de la confesión de la malograda periodista me ha apenado en extremo. Su libro, editado en el 75, está dedicado, expresamente, «a cuantos se plantean el dilema de dar vida o negarla»; y sus páginas, aunque se presentan en forma de carta, recogen las «conversaciones» que la autora mantiene con el hijo que crece en su seno, y que llega a alcanzar, antes de morir trágicamente, los tres meses de su existencia prenatal. No quiero entrar en el íntimo monólogo de Oriana con su hijo, porque es terrible el debate que con él mantiene sobre si acabará matándolo, o le dejará nacer. Tampoco quiero abordar análisis alguno sobre ese sueño que la escritora nos relata, en el que, con el hijo ya muerto en sus entrañas, se ve sometida a un juicio en la que ella es la encausada. El juzgador, personalizado por el buen médico que había visto todas sus recomendaciones rechazadas, (sic) se levanta y empieza a leer un papel: En presencia de la acusada, este jurado se reúne para juzgarla por el delito de homicidio premeditado, por haber querido y provocado la muerte de su hijo por desidia, egoísmo y falta del más elemental respeto hacia su derecho a la vida ….
Las doce páginas que siguen a esa acusación, y que describen el desarrollo del onírico juicio, deberían ser leídas atentamente por cuantos se plantean la disyuntiva de dar la vida o negarla. ¡Ojalá que la sincera confesión que Oriana nos legó en su libro, le hayan valido para acogerse a la misericordia divina! Pero, ¿tendrá Dios misericordia de un endiosado presidente de un gobierno que alentó la decisión errónea de centenares de miles de madres españolas?  

© 2010 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día  5 de abril de 2010