Archivo de octubre 2012

El mal de ojo

23/10/2012

El retraso del presidente Rajoy en dar cumplimiento a sus promesas electorales, y más concretamente a las de orden moral – las concernientes al aborto, al cumplimiento de las leyes de banderas y símbolos nacionales, y a la indivisible unidad de España, entre otras – nos recuerda a diario una ristra de sentencias de nuestro Tribunal Supremo, y del Constitucional, que siguen igualmente incumplidas.

Ante la escalada de provocaciones que vienen haciéndose al Gobierno, en buena parte por gobernantes de Comunidades Autónomas, uno se ve tentado a pensar que tales sentencias, dictadas para ser aplicadas, pueden acabar siendo para don Mariano como esas armas de los bisabuelos de Don Quijote (sic) «que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos hacía que estaban puestas y olvidadas en un rincón».

¿Para que se llevaron a cabo tan largos y costosos procesos y se luchó por el deseado resultado de esas sentencias de obligada ejecución, si a la postre se dejan arrinconadas en el desván y no se aplican? ¿Cuales serán las razones de tan incoherente conducta? Llegados al extremo punto de rebelión al que nuestra sociedad está llegando, frente al mismo Estado de Derecho que se deriva de nuestra Carta Magna, un servidor no puede menos de pensar que: o hay indecisión y cobardía en la cúpula del actual gobierno del Partido Popular (que dispone, no lo olvidemos, de mayoría absoluta para gobernar); o ha cambiado drásticamente su ideología, o – lo que sería mucho más preocupante – hay alguna fuerza oculta que está haciendo a España el mal de ojo.

No estuvieron ausentes las sociedades secretas, entre ellas la masonería, en el proceso que desembocó en el «desastre del 98», y en la subsiguiente escisión de Cuba, Filipinas y Puerto Rico de la corona de España. Tampoco faltaron los movimientos separatistas en Manila y La Habana, a la hora de alimentar la desafección de los «libertadores» nativos, como se explica con amplitud en el libro «Martí y los Catalanes». No fueron únicamente los estadounidenses jingoístas – tales como Teodoro Roosevelt o el desaprensivo magnate de la prensa William Randolph Hearst – quienes se curraron hábilmente aquella «espléndida guerrita»: hubo otros, en la propia Península, y en Ultramar (en esas colonias que Madariaga llamó con toda justicia «las otras Españas»), que maquinaron, como algunos indeseables siguen maquinando hoy, contra una Madre Patria que, injustificadamente, odiaban.

Es tan fuerte la evidencia de que alguien ha de estar pinchando con alfileres el mapa de nuestra piel de toro, que hasta se han vertido sospechas de que el ínclito señor Zapatero podría pertenecer a una de esas sociedades secretas practicantes del vudú político, económico o moral, que tanto da. Me limito a mencionar – no a afirmar, válgame Dios – lo que muchos han venido sugiriendo, negro sobre blanco, a lo largo de los últimos años. Lo que sí puede parecer obvio, conociendo un poco la Historia, es que España vuelve a tener poderosos enemigos que se mueven en la sombra. ¿Para cuando esas medidas que Rajoy se resiste a adoptar?

© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 8 de octubre de 2012

La pérdida del temor

23/10/2012

Todos sabemos de países que combaten la delincuencia con la amenaza de la pena capital, o de terribles castigos y mutilaciones corporales. Así ocurría en nuestra tierra, y concretamente en Ciudad Real, Toledo y Talavera – y «dentro de treinta leguas en contorno de dichas capitales» – en tiempos de la Santa Hermandad Real y Vieja, que arrancó en el siglo XII (reinando en Castilla Alfonso VIII, el de las Navas); fue convertida en Santa Hermandad Nueva por los Reyes Católicos, y se disolvió en 1835. Siete siglos, nada menos, en los que, como decimos vulgarmente, el que la hacía la pagaba. ¡Y vaya si la pagaba!
Basta leer las Ordenanzas de 1792, por las que se regía la Santa Hermandad Nueva en su última etapa, para conocer las terribles penas que aguardaban a los criminales y bandidos que caían presos de los cuadrilleros. Los pétreos muros de la cárcel de la Institución, que en Ciudad Real se levantaba frente a la Iglesia de San Pedro (hasta que un edil iluminado decidiera edificar en su lugar el horrible edificio de la Delegación de Hacienda), guardaba el secreto de los mil tormentos y sufrimientos de que fueron objeto los «golfines» (bandidos y delincuentes de la época) y demás burladores de la Ley cuando venían apresados. No logró aquella fuerza policial – predecesora de hecho de nuestra Benemérita de hoy – erradicar el crimen ni el delito, pero si reducirlo significativamente. El temor que despertaba entre los maleantes su mera presencia en los campos, venía equiparado a la tranquilidad que tal presencia generaba entre los ciudadanos de bien.

A un servidor, que habita a un millar de varas del cerro llamado «de los palos», o «de las horcas», (cito las mencionadas Ordenanzas) «en el sitio de Peralvillo, territorio de la Villa de Miguelturra», le ha intrigado sobremanera la larga y macabra historia de ese patíbulo, mencionado por cierto en el «Quijote», en el que la Santa Hermandad procedió a ejecutar a los reos durante casi siete siglos. Era tal el rigor que la Institución usaba en el ejercicio de sus deberes (perseguir y detener, juzgar y ejecutar las sentencias), que al carcelero que dejaba escapar a un preso se le aplicaba la misma pena del reo; y el ciudadano, o pariente del ajusticiado que descolgara su cuerpo de la horca, venía condenado a la pena capital, por impedir con su piadosa acción que la exhibición de sus restos en tan estratégico lugar, junto al camino real de Córdoba a Toledo (también llamado localmente «camino de Peralvillo»), cumpliera su cometido ejemplar.

En épocas como la actual, en la que criminales y chorizos  son detenidos con todo tipo de contemplaciones, residen en cárceles que son auténticos hoteles, y la tortura y la pena capital – afortunadamente – están prohibidas, incluso contra asesinos reincidentes; la historia que les he contado puede servirnos para reflexionar sobre las consecuencias de que el ser humano haya perdido, amén de su temor a Dios, aquel temor ancestral a la justicia de los hombres.

© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 1 de octubre de 2012

Tres manchegos en Roma

23/10/2012

¿Se acuerdan de «Vacaciones en Roma», aquella película que giraba en torno a la Fontana di Trevi? Yo la he recordado mucho todo el día, debido a que últimamente he podido reencontrar a tres manchegos del más alto nivel intelectual que, por razones distintas, tuvieron que fijar en Roma su residencia y contribuyeron a hacer más honda la huella de España en la Ciudad Eterna. Me los he imaginado en la popular fuente, o mejor de espaldas a ella, en algún momento de su estancia, para arrojar esa moneda tradicional que se acompaña de un deseo.

Anteayer cené en Corral de Calatrava con dos matrimonios amigos, y el tema de Roma estuvo presente largo rato en la conversación. Ello debido a que uno de los comensales, el historiador Manuel Espadas Burgos («Caballero Andante» de Ciudad Real en 1994), ha regresado hace poco de su largo e interesante destino romano como representante diplomático español en el Instituto Cervantes de Roma, y director de la Escuela Española de Historia y Arqueología en esa ciudad, entre otras importantes misiones.

La semana pasada, de otro lado, un servidor tuvo que actuar de portavoz del jurado que pronunció su veredicto sobre el sacerdote poeta Valentín Arteaga Sánchez-Guijalde, en el curioso Juicio Crítico Literario que los «Académicos de la Argamasilla» celebraron en Argamasilla de Alba. También en este caso el encausado, nacido en Tomelloso (y «Caballero Andante 2004» de la asociación Ciudad Real Quijote 2000) procedía de Roma, donde ejerce la importante y delicada misión de Prefecto General de los Clérigos Regulares Teatinos de todo el mundo.

Y, finalmente, he podido localizar al tercero de los manchegos que hoy he querido traer a colación, por ser persona, al igual que los anteriormente citados, del máximo prestigio internacional, y que ha servido desde Roma a la sociedad. Me refiero al miembro de la FAO, José Telesforo Esquinas Alcázar (el que también fuera nombrado «Caballero Andante» en Ciudad Real, en 1997) regresado hace poco de Roma tras largos años de dedicación a la lucha contra el hambre, para instalarse con su familia en Córdoba.

Tres manchegos en Roma. Tres monedas en la fuente, o mejor: Three coins in the fountain…, que no venía doblada la célebre canción en la versión española que se exhibió en España. Sirvan estas líneas de homenaje a tres manchegos coetáneos, políglotas, intelectuales, que han tenido en común, por añadidura, un prolongado y enriquecedor destino en la Ciudad Eterna; y su pertenencia a la ya nostálgica orden caballeresca creada por la Asociación Cultural «Ciudad Real Quijote 2000, hoy desaparecida, la pobre. Sirvan también de agradecimiento a Eduardo Barco y a su esposa Ana, por saber crear ocasiones para encuentros memorables.

© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 24 de septiembre de 2012

Responso por nuestra lengua común

23/10/2012
Ahora, cuando la lengua española viene atacada vilmente en Cataluña y el País Vasco, deberíamos reaccionar con firmeza contra tales agresiones. Cuantos nos enorgullecemos por disponer de la segunda lengua más rica y difundida del mundo, tendríamos que ponernos las pilas y empezar a usar nuestro idioma con propiedad. Sólo así podremos dar ese ejemplo que nos dieron nuestros mayores y evitar el desastre de que cada nueva generación de españoles la atropelle con mayor impunidad.
 
No es admisible que un correo no solicitado que acabo de recibir por Internet, se titule «Un poco de cultura no estaría demás «. ¿Qué podemos hacer si hasta los que creen defender la cultura machacan esa lengua que es la base de cualquier desarrollo cultural? Leo en un diario que «Castilla-La Mancha tiene derecho a beneficiarse del agua y a quedarse con él «. Sigue habiendo españoles, incluso algún profesional de la palabra, que interpretan que el agua, debido a ese excepcional artículo («el») que apenas pretende evitar una chirriante cacofonía, es del género masculino. Parece evidente que también en la lengua se produce «violencia de género». Y es que el agua, aunque nada tenga que ver en este caso su componente polémico, o conflictivo, sigue siendo mujer.
 
Conecto el televisor y oigo decir a una rubia presentadora que la enfermedad del etarra es inreversible. Otra, ahora morena, habla de los vientos elíseos que avivaron el incendio de la Gomera. En el mensaje sobreimpreso de un espectador leo esta queja: «el Govierno me rova y los vancos también». Para no ser menos, el hijo de Andrés Pajares alega que «mi padre nunca consumió cocaina delante mía». (Demasiao pal cuerpo).
 
Luego vienen los inventores de palabrejas, como el que en un servicio de telencuentros de TVCM nos asegura que «se garantiza la anonimidad» (se ve que lo de anonimato no le suena). O los que confunden churras con merinas, como el locutor periférico que nos aclara que «Servei Catalá de Trafic» es la traducción literaria (en lugar de literal ) de «Servicio Nacional de Tráfico». Tampoco lo de «catalá» corresponde a «nacional», si me lo permiten los independistas que hoy proliferan como hongos en mi tierra natal. Y termino aquí, así de golpe, porque no me queda más sitio.  
 
© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 17 de septiembre de 2012

La Madre de Dios cervantina

23/10/2012
Las ciudadrealeñas fiestas en honor de Nuestra Señora del Prado vuelven a brindarnos ocasión de recordar al gran escritor, manchego por merecimientos, que tantas veces quiso honrarla en su extensa obra literaria. La llamó «Nuestra Señora», «Santa María», «Madre de Dios», y también «Lela Marién» en esa lengua arábiga que largos años de cautiverio le permitieron dominar. También la conquense «Virgen de Rus» se halla presente en el «Quijote»; obra cumbre de Cervantes que nos ofrece la fórmula para construir un mundo más justo, esto es: la preocupación por los más débiles, la defensa del amor, la libertad y la justicia. Es el gran mensaje de Cervantes a la sociedad positivista; al capitalismo desaforado de esta nueva edad de piedra, ebria de tecnología, que no alcanza a comprender la simplicísima verdad de que en la ayuda al desarrollo de los pueblos más pobres de la tierra se esconde su futuro.
 
 Es igualmente interesante advertir que los conceptos cristianos que brotan con fluidez del madurado espíritu del Autor, vienen a ser tan universalmente aceptados, a fuer de irrefutables, que ningún otro credo o cultura ha osado alzarse en alambrada ante la formidable expansión de una obra que se muestra a un tiempo ecuménica y revolucionaria. Ni aun aquellos regímenes que han propugnado el ateísmo, han puesto jamás traba alguna a la serena difusión de una obra que, cual bálsamo perfecto, carece de contraindicaciones.
 
Un gran actor anglosajón declaraba hace algún tiempo que el “Quijote” es el mejor regalo que España ha hecho al mundo. Manifestaciones como ésta deberían henchirnos de orgullo, máxime si las sumamos a mil encendidos elogios que las mentes más esclarecidas han venido dedicando a la inmortal novela a lo largo de cuatro siglos. No en vano la vemos hoy elevada, por sufragio universal, a un primerísimo lugar entre todas las obras que se han escrito, después de la Biblia. No obstante, son muy pocos los españoles que se han preocupado de leer el “Quijote” y demasiados los que por desconocer tan magna obra, la menosprecian; por no citar a quienes la leyeron pero no alcanzaron a comprenderla, ni se percataron de que el “Quijote” es también una suerte de “biblia”; pues no hay enseñanza posible que no halle su asiento en uno u otro pasaje de la obra, o parcela del humano proceder que no se glose en ella, a menudo con la agudeza de esa nueva forma de humor que Cervantes supo inventar. No es solamente el “Quijote” la obra adelantada de un modo de narrar, ni el texto cimero de la literatura universal: es, sobre todo, el más convincente tratado de Ética y de Moral. y si alcanza a serlo, débelo sin duda a la extraordinaria calidad humana de su autor -cuya biografía anticipa, en buena parte, la de su más célebre personaje -y a las hondas convicciones religiosas que aquél abrigaba.
El hispanista Havelock Ellis corrobora esta evidencia al descubrir en el “Quijote” una “autobiografía espiritual”, y aun es más conciso René Moreau al afirmar que “don Quijote es Cervantes”. Ni siquiera el paso del tiempo o los cambios en las costumbres han logrado restar vigencia a uno solo de los discursos, coloquios, consejas o arrebatos verbales de don Quijote que leemos hoy en la obra inmarcesible, los cuales están preñados de la idea de Dios. A lo largo de toda la novela constatamos la presencia de la palabra divina en el verbo humano de Cervantes y en las pláticas y ocurrencias del genial caballero atípico, usado como “alter ego”, o testaferro.

Así, leemos en el discurso que pronuncia don Quijote sobre las armas y las letras, que “…las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo, y tuvieron los hombres, fueron las que dieron los Ángeles, la noche que fue nuestro día, cuando cantaron a los aires: Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad; y la salutación, que el mejor maestro del cielo y de la tierra enseñó a sus allegados, y favorecidos, fue decirles que cuando entraran en alguna casa, dijesen: Paz sea en esta casa. Y otras muchas veces les dijo: Mi paz os doy, mi paz os dejo, paz sea con vosotros; Bien como joya, y prenda dada, y dejada de tal mano, joya que sin ella en la tierra, ni en el cielo, puede haber bien alguno

“Palabra de Dios”, decimos en la Misa tras escuchar las sagradas lecturas, como queriendo recalcar que no hay otra palabra que esté por encima de la de origen divino; pero luego, en saliendo del templo, nos olvidamos de aquélla y obramos como si jamás la hubiésemos escuchado. Mas he aquí que Cervantes, que no es precisamente un orate, sino hombre de su tiempo, con su bagaje de defectos y virtudes, tiene entre estas últimas la de no olvidarse ni un momento del Verbo.
 
De ahí que su gran novela contenga un mensaje ético-religioso de tal calado que la hace trascender el ámbito natural de las obras humanas, convirtiéndola en obra eterna, como si en su autor se verificara la promesa de Jesús: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva“. Don Miguel, que tampoco fue un pacato, viene a declarar, pluma y corazón en mano, que espera y confía en Dios; pero que al mismo tiempo le teme, con un temor cristiano -hoy periclitado- que no es miedo sino expresión de un sobrecogimiento cósmico ante la infinitud del Ser Supremo. “Spero lucem post tenebras”, reza el lema del escudo de la portada del “Quijote”, e incontables veces se apela en la novela -¡curiosa novela, en verdad! – a la misericordia , la voluntad o la gracia de un Dios próvido y clemente.
 
¡Que gran producción cinematográfica, jamás rodada, sería aquella que alcanzara a contar fielmente la apasionante historia de ese Manco de Lepanto en quien, como acertara a señalar Walter Starkie, encontramos a la verdadera España! La idea de Dios constituye un “leit motiv” en el “Quijote” y es precisamente esta presencia pertinaz la que confiere a la obra, cual anticipo de esa luz ansiada, su halo sobrehumano. No precisa Cervantes “bajar a Italia”, como Goethe, para encontrar la luz, porque la descubre en su entusiasmo interior (“enthusía”, inspiración divina). Sorprende, por tanto, que seamos tan remisos en reconocerlo, como si por alguna razón o prejuicio mundano los cristianos temiésemos que alguien pudiera reírse en nuestras barbas por buscarle tres pies al gato; o que algún escritor clarividente, pongamos Rabinad, nos tilde de “demodés” por no haber comprendido, ¡ a estas alturas del siglo XXI!, que el componente moral sobra en toda novela.
 
¿Es acaso extravagante constatar la evidencia de que el “Quijote” no es tan solo un hecho estético, como algunos creen, sino que nos brinda de añadidura las claves y los argumentos mejor traídos para justipreciar toda suerte de conductas y situaciones? “Lo que nos muestra el “Quijote” -ha observado el autor José Carlos Somoza -”se parece tanto a nuestra propia vida como la mano izquierda a la derecha”. Pero su virtud más sorprendente es esa fuerza misteriosa que nos transmite para huir de lo mezquino y convencional.
 
Todo y con esto, no puede dejar de admiramos esta amabilidad del “Quijote” en cualquier región del mundo, hasta en feudos de otras creencias, considerando la rotundidad sin ambages de su discurso cristiano. Bien al contrario de su ilustre coetáneo William Shakespeare, considerado como el menos moral de los escritores (“the least moral of writers”, en juicio de Philip Krapp) por no haber sentido la necesidad de proclamar lección moral alguna, Cervantes hace del “Quijote” un manantial inagotable de ideas edificantes.
 
Expresa don Miguel sus más íntimas creencias cada vez que sus personajes se ven, por ejemplo, en la necesidad de reforzar un aserto, como cuando pone en boca de ellos las exclamaciones “por el Dios que crióme. ..”, “por el Dios que nos rige. ..” y tantas otras de este tenor .
 
Su fe en el Ser que todo lo puede está presente, así mismo, en otro centenar de fórmulas pronunciadas en variedad de circunstancias en las que sus personajes impetran la ayuda divina. Todo lector atento del “Quijote” habrá de observar que tales expresiones distan de ser meras frases inertes o añadidos léxicos de los que el autor hubiera podido prescindir, pues nos delatan una clara voluntad de ir destilando grandes conceptos doctrinales a lo largo del texto. Podríamos aventurar que tales conceptos, al igual que ocurre con la profusión de sentencias y refranes que el Autor pone en boca de Sancho, forman parte inseparable del guión. como si don Miguel se hubiera propuesto regalarnos sabiduría por partida doble, para asegurarse de que todos, creyentes o no, la aprehendiésemos y pudiéramos aprovecharla.
 
Tan claramente se explica en el “Quijote” la bondad del mensaje de Cristo, y tan universal se muestra, que aun el lector más agnóstico podría llegar a convenir, con Voltaire, que si Dios no existiera habría que inventarlo.
 
Aquel ex alumno de López de Hoyos, que habría de ser soldado y hombre de acción antes que escritor, debió
de ahondar en la idea de Dios a través de las vicisitudes sin cuento que le cupo vivir, en especial durante su largo cautiverio en los baños de Argel y en otras ocasiones en las que tuvo que verse privado de la libertad; y, ¿por qué no?, tal vez movido por la pesadumbre de saberse juzgado en su tiempo, según Santos Oliver, como una de las personas menos importantes de la nación.
 
¿Por qué no pensar que su tardía explosión de genio, la que parece surgir milagrosamente en el “Quijote”, fue acaso la justa recompensa de lo Alto -de donde emana el don genial -por la probidad de sus intenciones cuando aun bullía en su mente el boceto de aquel libro destinado a ser el mejor obsequio de España a la Humanidad? ¿o quizás el premio por humillarse a declarar que su “estéril y mal cultivado ingenio” le había privado de componer el libro soñado: uno que “fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse” ?
 
Naturalmente que somos los lectores cristianos los más proclives a descubrir componentes de nuestra propia doctrina en la gran novela, y podrán acusarnos de subjetividad en nuestros juicios. ¿Cómo no ser subjetivos, si somos sujetos? , apostillaría Unamuno. y como tales sujetos (la entera tipología humana de nuestro país muéstrase en el “Quijote”) creemos firmemente que aquel alcalaíno que llega a componer ese libro de sus sueños, ha querido condensar en él todos sus pensamientos de cristiano viejo; y en su afán de transmitírnoslos colmados llega al punto de no olvidarse siquiera del Maligno en el tintero. No ceja don Miguel de aconsejarnos que estemos alerta a sus asechanzas, incluso cuando venga de tapujo, o no hieda a piedra azufre: “Si a ti te parece, que ese demonio, que dices, huele a ámbar, o tu te engañas, o él quiere engañarte con hacer que no le tengas por demonio”, advierte don Quijote a su escudero, casi iterando la segunda Epístola de Pablo a los Corintios (“Satanás se disfraza de ángel de luz”).
 
Valoramos en la novela que cuando Cervantes-Quijote habla, lo hace siempre con el humanismo del derviche, con la benevolencia del viejo pecador apaciguado, y la sabiduría de un nuevo Ulises felizmente arribado a Ítaca.
Mal podría prever don Miguel que gran parte de la sociedad española acabaría pagándole con mezquindad su apoteósico y universal suceso, desdeñando la lectura de su incomparable obra. Lejos debió hallarse de intuir, así mismo, hasta qué punto habrían de cebarse en su persona envidiosos sin número, o de sospechar que todo un Lope de Vega, Fénix de los Ingenios para más agravio, llegaría a ensañarse con él y con su “Quijote” aun antes de publicarse oficialmente la primera edición de la obra (“no hay poeta tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quijote”, dejaría escrito en carta autógrafa). Luego aparecería el Quijote apócrifo, de aviesa y calculada intención, pero que – ¡ ironías del destino ! -serviría en cambio para provocar el alumbramiento de la auténtica “Segunda Parte del Ingenioso Cavallero Don Quixote de la Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra, autor de su Primera Parte”, la cual jamás habría sido compuesta de no mediar el “Avellaneda”. y quiso el destino que aquella Segunda Parte pudiese ver la luz poco antes de que el bueno de don Miguel, puesto ya el pie en el estribo, se dispusiera a emprender su ultimo y definitivo viaje.
 
Son estas fechas señaladas, amén de las navideñas, las más apropiadas para elevar nuestro agradecido recuerdo a ese español singular e irrepetible que, tras depararnos placer, enseñanzas y honra a espuertas, supo transmitirnos su confortadora idea de lo trascendente.
 
© 2012 José Romagosa Gironella
Especial Fiestas de la Virgen del Prado
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 15 de agosto de 2012