Dado que el Director nos ha dado vacaciones en agosto, este «op ed» (columnista de la página opuesta a la editorial), ya casi en bañador, opta por olvidarse de la enervante cosa pública en esta última columna del curso. Con la confianza puesta en una mejora de la situación en el mes entrante, que nos permita evitar el otoño caliente que los agoreros vaticinan, me propongo tratar hoy de asuntos sin importancia..
El viernes pasado, mientras desfilaba en el estadio londinense la delegación olímpica de Cayman Islands, y aparecía en pantalla el nombre inglés de ese pequeño país (aunque no tan pequeño paraíso fiscal), una presentadora de televisión nos aclaraba que estábamos presenciando el paso de los atletas de las «Islas Caimanes». Hace apenas unos días, versando sobre la conmemoración de la batalla de las Navas de Tolosa, un maestro de escuela escribía que el histórico suceso tuvo lugar «cerca de las estribaciones» de Sierra Morena. Un servidor, ignorante también donde los haya, descubre con alborozo que el espliego que ha plantado en su jardín corresponde a la alhucema, esa planta aromática que da nombre al islote que un sultán magrebí cedió un buen día a España a cambio de protección contra el común enemigo turco. El producto de perfumería, pues, que conocemos como «agua de lavanda», no deberíamos llamarlo así, sino «agua de espliego», o «de alhucema», con la misma naturalidad con la que hablamos de Albacete. Dejemos la «eau de lavande» a los franceses.
Es un hecho constatado que quienes peor usan nuestra lengua son los políticos, seguidos de los televisivos profesionales de la palabra. Una bella presentadora no duda en hablar del «cáriz» que está tomando la política. Otra asegura que «nadie estamos por encima de la Ley». Y un presentador aventura que los tres clubes de fútbol «son como la Santísima Trinidad» , lo que no es un desliz gramatical sino una falta de respeto. El representante de «Manos Limpias», para no ser menos, dice «nús» al referirse a la ya célebre Noos de Inaki Urdangarín, como si fuera un vocablo inglés.Y todo un sicólogo reconoce que los jóvenes «están ahora peores educados».
Así que me voy al mar, o a «la mar» como decimos los marinos, a relajarme con el lenguaje, siempre sin tacha, de sus olas al romper.
© 2012 José Romagosa Gironella
“Puntos sobre la íes”
Publicado en La Tribuna de Ciudad Real, el día 30 de julio de 2012